22 de mayo de 2005. Este crítico un tanto vocacionalmente inclinado a la polémica, lo que al menos indica que ha tratado de dar un sentido a su oficio, y que intentó conmover con su salida del diario El País la tradicional, obcecada y mal pagada mansedumbre de la información literaria, ha publicado 'Trayecto. Un recorrido crítico por la reciente narrativa española' (Debate). El libro consta de una declaración y de una compilación.
En la declaración, Echevarría trata de explicar cómo ha entendido su labor y lo que ha dado de sí. Distingue entre el reseñista y el crítico. Un reseñista es alguien sujeto a la 'precariedad' (intelectual y material) de un medio de información, si bien esa precariedad no justifica la del reseñista.
El reseñista, en el fondo, es un crítico que se adapta y modela las circunstancias que demarcan objetivamente (a través de los que pagan) su tarea. Personalmente, y por poner un ejemplo cercano, no puedo estar más de acuerdo.
Lo que no explica Echevarría es en qué consiste un crítico, del que el reseñista deviene. Si se diera el caso de que el reseñista no deviniese del crítico, queda claro que lo que haga un reseñista con un libro, así como lo que haga un chamarilero con un libro, no merecería disertación ni justificación alguna.
Por ejemplo: ¿para ser crítico habría que escribir libros de crítica, aparte de numerosas reseñas, y exponer las ideas y criterios que le llevan a diferenciar unas obras de otras, de modo que estas ideas y criterios sean a su vez dignos de discusión, o sea, criticables?
Tal como cuando fugazmente dice: "...la narrativa española, en cuanto institución, ha renunciado a su dimensión social. Con lo cual no me refiero a que incida más o menos en lo que se entiende por temáticas sociales, sino a su capacidad para incidir en la vida pública, de interpelar a la colectividad en cuanto tal" (pág. 33).
Yo, por seguir con el ejemplo cercano, me preguntaría cómo es que la narrativa española puede ser considerada una institución, o de dónde se obtiene la idea (exceptuando que previamente se la haya considerado institución) de que la narrativa haya de 'incidir' en la vida pública, o de cómo se interpela a la 'colectividad en cuanto tal', más allá de que uno tenga a la colectividad agarrada por mal sitio. Aunque tampoco dejaría de interrogar acerca de qué tipo de concepto responde a la expresión 'colectividad en cuanto tal'.
Lo que quiero decir es que generalmente un libro es una buena ocasión para hablar de estos detalles. En cuanto a la compilación de reseñas escritas por Echevarría a partir de 1990, hay que decir que Echevarría es un excelente reseñista. Se equivoque o no, con justicia o sin ella, responde a un género obligado a provocar y estimular, a tratar la literatura como cultura compartida y a exigir al autor un estilo literario y una voz dotada de sentido. Todo eso lo tiene y todo eso es lo que precisamente no menudea en nuestras revistas ni en nuestros suplementos literarios.
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