21 julio 2005

La última peli: El aviador

Dirección: Martin Scorsese.País: USA.Año: 2004.Duración: 165 min.Género: Biopic, drama.Interpretación: Leonardo DiCaprio (Howard Hughes), Cate Blanchett (Katharine Hepburn), Kate Beckinsale (Ava Gardner), Alec Baldwin (Juan Trippe), John C. Reilly (Noah Dietrich), Alan Alda (Senador Owen Brewster), Ian Holm (Profesor Fitz), Danny Huston (Jack Frye), Gwen Stefani (Jean Harlow), Jude Law (Errol Flyn), Adam Scott (Johnny Meyer), Willem Dafoe (Roland Sweet).Guión: John Logan.Producción: Michael Mann, Sandy Climan, Graham King y Charles Evans Jr.Música: Howard Shore.Fotografía: Robert Richardson.Montaje: Thelma Schoonmaker.Diseño de producción: Dante Ferretti.Vestuario: Sandy Powell.Estreno en USA: 25 Diciembre 2004.Estreno en España: 14 Enero 2005.
SINOPSIS
Una de las figuras más sugerentes del siglo XX, Howard Hughes fue una persona cuyas in-novaciones tuvieron mucha influencia, un inteli-gente industrial, productor de glamurosas pelí-culas y la quintaesencia del americano que to-ma riesgos, aunque él se viera a sí mismo como piloto aéreo ante todo. Con "El aviador", el director Martin Scorsese pone su cámara a funcionar para contar una de las etapas más prolíficas de la vida de Hughes: el periodo comprendido entre mediados de los años veinte y los años cuarenta cuando la osadía a la hora de hacer co-sas y la pasión por volar de Hughes impregnaron sus esfuerzos co-mo pionero, tanto en la aviación como en la realización de pelícu-las. Época de inventos inverosímiles, turbulentas relaciones amoro-sas y encarnizadas pugnas empresariales, fue también la época en la que las disparatadas ambiciones de Howard Hughes se toparon por primera vez con el coste de la fama, la suerte y su propia obse-sión perfeccionista. Leonardo DiCaprio da vida a Howard Hughes, quien siendo apenas un adolescente toma la inconformista decisión de emplear la fortuna heredada de la empresa de perforaciones de su padre para rodar una película épica sobre combates aéreos am-bientada en la Primera Guerra Mundial titulada “Ángeles del infier-no”. Yendo contra el sistema imperante en Hollywood como pro-ductor independiente, Hughes se propone hacer una película dife-rente a cualquier otra, realizando sus propias y extravagantes esce-nas de riesgo, diseñando aviones especiales para esta ocasión y destrozando todos los récords de presupuesto de una película en la historia. “Ángeles del infierno” impulsó al todavía joven Howard Hughes más allá del destino convirtiéndole en toda una celebridad. Tras fundar Hughes Aircraft Company y romper con gran audacia varios récords de velocidad, Hughes se convirtió en el aviador esta-dounidense más famoso desde Charles Lindbergh, una figura mítica imbuida con un aura de emoción, misterio y glamour. En la década de los treinta, Hughes compró la aerolínea TWA, y se aplicó a fon-do para llevar a América a la era de los aviones a reacción, mientras desarrollaba audaces planes para construir el avión más grande del mundo, un hidroavión conocido como El Hércules. Sien-do un hombre famoso por su riqueza, por su brillo aventurero, sus devaneos amorosos y una vigorosa conquista del futuro no parece que escapara a la influencia corruptora de sus compulsiones perso-nales sin importar lo rápido o lo alto que volase. "El aviador" no sólo explora sus hazañas sino también la vida emocional de Howard Hughes, incluyendo sus amoríos con dos de las leyendas más grandes de Hollywood: la elegante actriz de sangre americana Ka-tharine Hepburn (Cate Blanchett) y la luminosa belleza de las pan-tallas Ava Gardner (Kate Beckinsale); así como también la feroz ri-validad de Hughes con el visionario jefe de la Pan American Juan Trippe (Alec Baldwin); su relación de toda la vida con el que fue su mano derecha Noah Dietrich (John C. Reilly); y sus enfrentamien-tos públicos con el Senador Owen Brewster (Alan Alda); además de su terrible accidente de aviación y las fobias que le llevaron al fi-nal a alejarse del mundo.

1. Escribiendo sobre Howard Hughes: El guión
Aunque hoy en día sea recordado como el excéntrico millonario que terminó por convertirse en un enigmático solitario, pocos conocen la historia completa del empresario industrial Howard Hughes, ni cómo Hughes, un joven que amaba el riesgo, la belleza y la tecnología, se convirtió en una figura emblemática que dio lugar a destacados hitos en los negocios, en la aviación y en el cine, sólo para perderse en un mundo de miedos y paranoia.
Ésta es la historia que ve la luz en EL AVIADOR de Martin Scorsese. El proyecto dio sus primeros pasos gracias a Leonardo DiCaprio quien, tras leer de joven una biografía de Hughes, se apasionó en su intento de hacer una película sobre este personaje inequívocamente americano. DiCaprio sabía de sobra que varias grandes estrellas de Hollywood habían intentado con anterioridad hacer películas sobre Hughes en vano, pero DiCaprio decidió plantear un enfoque diferente: Quería centrarse en la explosiva creatividad y la juventud visionaria de Hughes, en vez de en su descenso hacia la locura en sus últimos años. Después de que Mann decidió producir la película, él y DiCaprio hicieron una corta lista de directores. El primero era Scorsese, el cual aceptó. Mann y su compañero Sandy Climan, trabajando con el productor ejecutivo Rick Yorn, se aseguraron de tener la financiación de Inicial Entertainment Group y Miramax. Grahanm King se unió como productor y Miramax se asoció con Warner BROS. Para la distribución.
King, habiendo trabajado con Scorsese como productor ejecutivo y habiendo financiado GANGS OF NEW YORK, estaba completamente convencido de que el amor que Scorsese siente por la historia del cine y las técnicas de realización cinematográfica reflejaban las mismas cualidades de Hughes de una forma maravillosamente sinérgica, y que Scorsese podría aportar su propio sentido de asunción de riesgos e inventiva a la hora de hacer el filme. “Marty es tremendamente bueno con el detalle y la recreación de un periodo histórico de forma realista, y siente tanto amor y respeto por la época de la realización de películas en la que Howard Hughes dejó su impronta que estaba muy claro que era la persona adecuada para esta historia”, señala King.
Continúa: “Marty tiene ciertas cosas en común con el personaje de Howard Hughes de EL AVIADOR, son muy precisos en lo que quieren, pueden inventar cosas, les encanta el proceso de hacer películas. Pensamos que ésta era una oportunidad ideal para que Marty hiciera algo distinto a todo lo que había hecho antes, una historia ambientada en Hollywood”.
“Howard Hughes, el aviador, realizó gestas de increíble valor en su vida, y el guión me resultó muy atractivo”, afirma Scorsese. “Aquí teníamos a una figura típica del siglo diecinueve que fue un pionero en dos de fenómenos más geniales del siglo veinte: la aviación, con sus innovadores diseños y récords de velocidad; y el cine, con películas como ‘Ángeles del infierno’ y ‘Scarface, el terror del hampa.’ Hughes fue también un gran showman, pero su historia es una historia, a fin de cuentas, de avaricia, corrupción y locura”.
“Cuando desarrollé el guión con John Logan la primera decisión fue terminar la película en 1947, con el primer día del resto de la vida de Howard” dice Mann. “Fue por ello por lo que decidimos que el conflicto central más interesante…el más personal….sería entre su momento más visionario y su enfermedad mental…incluyendo su conciencia de ello y el precio que tiene que pagar a nivel humano, condenándole a la soledad.
Logan se pasó un año entero investigando sobre la vida de Hughes, leyendo todos los libros y biografías publicados y el material de archivo que pudiera caer en sus manos, y creó una visión completamente nueva sobre Howard Hughes, menos como un mito y más como un ser humano brillante pero con defectos. “Fue un proceso de descubrimiento fascinante”, recuerda. “Creo que la mayoría de nosotros tenemos una determinada imagen de Hughes – y suele ser la del hombre al final de sus días, la del solitario loco y profundamente excéntrico en su habitación de hotel con largas uñas en los dedos y cajas de kleenex vacías como zapatos. Pero encontré a otra persona completamente distinta. Descubrí a Howard como un joven héroe lleno de vida que fue un gran impulsor, tanto en el campo de la aviación como en el del Hollywood más glamoroso”.
Continúa: “Empecé leyendo todas las biografías al uso y luego me centré en las otras áreas en las que Hughes estuvo implicado. Leí sobre aeronáutica e ingeniería y sobre por qué las innovaciones de Hughes significaron gestas tan increíbles; me empapé del mundo de la aviación comercial y de los enfrentamientos empresariales entre la Pan Am y la TWA; y también leí sobre los primeros días de Hollywood cuando el cine mudo fue reemplazado por el sonoro, sobre las luchas por el código de producción de Hollywood y sobre la vida de muchas de las maravillosas mujeres con las que Hughes tuvo relaciones amorosas”.
Cuando al final Logan empezó a escribir, decidió concentrar el marco temporal de la historia entre dos de los principales hitos de la vida de Hughes; abrir con la producción de “Ángeles del infierno” a finales de los años veinte, cuando Hughes acababa de entrar como quien dice en la edad adulta, y culminar con el surgimiento de la TWA como una de las líneas aéreas más importantes del mundo a finales de los años cuarenta. Entre estas dos situaciones de gran trascendencia, Logan empezó a explorar las tribulaciones y la conmoción presentes en la esencia del personaje de Hughes para ofrecer un breve vistazo dentro de sus sueños y sus demonios.
Como con cualquier película biográfica, Logan tuvo que tomarse ciertas licencias en el proceso para dar a la historia una forma artística. “Cubrir veinte años de la vida de un hombre en un par de horas implicaba necesariamente tener que comprimir ciertos acontecimientos y pasajes, mezclar personajes y jugar un poco con la cronología”, explica Logan, “pero se trataba siempre de saber captar al hombre, si no en todo lo que le ocurrió, al menos de la forma más fidedigna posible”.
Graham King añade: “Howard Hughes llevó una vida fabulosa, pero John Logan encontró una manera de separar las partes más convincentes y entretenidas, entre las osadas escenas de riesgo de ‘Ángeles del Infierno’ y el triunfo de Hughes al lograr que El Hércules volase. Muestra muchos elementos diferentes de la realidad de Howard que la gente desconoce por completo, desde las sesiones en el Senado a sus aventuras amorosas”.
Una vez que Martin Scorsese se unió al proyecto, Logan se vio incitado a explorar la historia aún más en profundidad, ahondando en cada aspecto de las características internas del desmedido personaje. Logan, Scorsese y DiCaprio trabajaron juntos durante meses, puliendo la historia según su buen saber y entender. “Martin Scorsese y Leonardo DiCaprio fueron los compañeros más exigentes y dispuestos que podía haber tenido, y me fueron de gran ayuda, me retaron a escribir el mejor guión posible”, afirma Logan. “Lo más importante para cada uno de nosotros era mantener un alto nivel de honestidad a la hora de adaptar los pormenores de la historia de Hughes. Marty y Leo buscaban fanáticamente la verdad y estaban empeñados en entender al personaje en lo más profundo de su alma”.
Prosigue: “La estructura de la historia no cambió demasiado; se trataba más de la forma de enfocar ciertas escenas, de la intensidad de determinados episodios. Marty aporta un extraordinario estilo visual a la hora de contar una historia y tiene una gran intuición y sentido artístico para mantener viva la acción, que consiguió aplicar en todo el proceso. Y Leo tiene un fantástico oído para los diálogos de época, para lo que parece apropiado al personaje en un determinado momento. Fue muy creativo aportando ideas y diálogos a la historia. Cada uno de nosotros tiene una personalidad alfa, y a todos nos encantaba hablar sobre Howard Hughes;, así que era como si se estuvieran produciendo descargas eléctricas en cada reunión”.
Aunque Hughes tuvo romances con varias mujeres famosas, Logan también prefirió limitar el radio de acción de la historia y centrarse en dos de las mujeres que más impacto tuvieron en la vida de Hughes. “Decidimos poner nuestra atención primero, en su relación con Katharine Hepburn, que es considerada la relación más importante de su vida, y en segundo lugar en su relación con Ava Gardner, quien estuvo presente de una forma u otra en la vida de Howard durante dos décadas”, comenta Logan. “Nos concentramos en esas dos grandes estrellas no sólo porque representan dos tipos diferentes de mujeres, sino también por lo que significaron en la vida de Howard: cada una tuvo un tremendo efecto sobre él, aliviando sus miedos y su dudas”.
Logan también exploró algunas de las dolencias médicas de Hughes: su pérdida de audición en la infancia que le dejó casi sordo, así como también su no diagnosticado desorden obseso-compulsivo que, combinado con su fobia profundamente arraigada hacia los gérmenes, dio lugar a parte de su extraña forma de comportarse. “Extremadamente consciente de su fragilidad, Hughes tuvo un constante miedo a volverse loco”, dice Logan.
“Creo que sentía la oscuridad en el mundo que nos rodea, presionando sobre él, y sabía que un día perdería la batalla, tal como le sucedió. Pero para mí, su conocimiento de sí mismo es lo que hace tan interesante y conmovedor, un hombre triste, solitario y pese a todo brillante, una figura trágica”.
Martin Scorsese lo resume así: “Uno de los elementos más fascinantes de la historia de EL AVIADOR es ver a este joven tan brillante y extraordinariamente hermoso, tan lleno de vida, convertirse en un hombre que se ve torturado por sus propias carencias”.
Leonardo DiCaprio añade: “Howard Hughes es probablemente una de las figuras más misteriosas y emblemáticas del siglo veinte y, en cierto modo, cuanto más averiguas sobre él, más misterioso se vuelve. Hay muchas facetas en Howard que hacen de él un personaje infinitamente fascinante. Justo cuando piensas que ya lo sabes todo sobre él, aparece otro estrato en la historia. Fue un soñador y un visionario, pero la ironía de todo eso es que incluso después de todos sus logros – importante empresario industrial, pionero de la aviación, productor y director de gran éxito – al final de sus días se sintiera terriblemente solo”.

2. Siendo Howard Hughes: El reparto
Leonardo DiCaprio se ha sentido fascinado por Howard Hughes durante una década – desde que leyó por primera vez una biografía de Hughes – y soñó con el papel con pasión, convirtiéndose en productor ejecutivo de la película. A pesar de todo, DiCaprio admite que incluso cuando EL AVIADOR empezó a despegar, se sentía un poco intimidado por la inmensidad de su personaje. Un hombre con contradicciones tan enormes, al mismo tiempo atrevido y abocado al fracaso, visionario y loco, presentaba muchos desafíos y, por si no fuera suficiente, estaba el hecho de la reputación de Hughes en todo el mundo como un símbolo de inimaginable riqueza y excentricidad. “Hay mucha gente que tiene una imagen muy definida hecha sobre Howard Hughes – y eso únicamente hacía intimidante el papel”, dice DiCaprio. “Para mí, esto implicaba que tenía que resultar todo lo auténtico que fuera posible”.
Para lograr esa autenticidad, el actor vivió y respiró a Howard Hughes durante meses, leyendo biografías, escuchando grabaciones magnetofónicas, viendo viejas películas, e incluso yendo tan lejos como para aprender cómo surcar los cielos haciendo las osadas maniobras aéreas que parecían, de forma irónica, mantener a Hughes con los pies en la tierra en sus años más productivos. Cuando ahondó más en el personaje, DiCaprio sintió cierta afinidad con algunos elementos de la vida de Hughes, especialmente en lo relativo a las dificultades de Hughes con la fama y el implacable acoso de los medios de comunicación. “Fue el último hombre con intimidad de los Estados Unidos”, comenta DiCaprio. “A pesar de su ambición, tenía una gran necesidad de soledad y, sin duda alguna, puedo sentirme identificado con eso”.
Y lo que es más importante, DiCaprio cree que Hughes representa esa clase de personalidad aventurera, que adora el riesgo y ligeramente desquiciada, que tiende a tener un gran impacto en el mundo. “Era un hombre increíblemente complejo, pero lo único que puedes decir de él es que se arriesgó como nadie se atrevió a imaginarse en esa época”, dice. “Adoraba los aviones y las películas, y dejó una huella indeleble en ambos campos”.
A pesar de todo el glamour y la aventura presente en la historia, lo que realmente atraía a DiCaprio eran las escenas más íntimas y emocionales cuando Hughes está indefenso y con sus miedos como única compañía. “Los mejores ratos para mí eran cuando estábamos rodando al Howard Hughes encerrado en sí mismo – además estaban aquéllos en los que Scorsese y yo nos batíamos el cobre en la zona, por decirlo así, componiendo cosas a medida que iban surgiendo, improvisando, profundizando a tope”, dice. “Para mí, éstos son los mejores recuerdos que tengo de haber hecho esta película”.
El productor Graham King quedó impresionado desde el comienzo por la energía que DiCaprio derrochó a la hora de interpretar a Howard Hughes. “Puedes decir bien alto que no se trata de otro actor más que desee un papel normal; sentía auténtica pasión por el mismo”, afirma King. “Ha vivido este guión durante tantos años que había mucha emoción detrás de ello. Cuando Leo hablaba de Howard había brillo en sus ojos y podías imaginártele perfectamente en el papel. Una vez en el plató, fue alucinante cómo salió airoso, pasando de ser un joven repleto de ideas al Hughes decrépito con todos sus demonios”.
King explica que DiCaprio consultó incluso con expertos en el campo del desorden obseso-compulsivo para entender aún mejor la enfermedad que afligía a Hughes, incluso en la etapa en que era un pionero en el cine y la aviación. “Leo sabía que tenía que interpretar a un fidedigno Hughes”, señala King. “Ofrece una interpretación sorprendentemente emocional que creo que refleja realmente al hombre. Y tengo que decir que nunca he visto a un actor que trabajase tan duro como Leo se afanó cada día en EL AVIADOR”.
Junto a DiCaprio, a la hora de recrear el mundo que rodeaba a Hughes, se encuentra un reparto coral de actores de primera fila, encontrando en cada uno de ellos una singular fascinación por las figuras históricas y, en algunos casos, emblemáticas a las que dan vida. En el papel de Katharine Hepburn – quizás el amor más grande de la vida de Hughes – tenemos a Cate Blanchett, a quien Martin Scorsese seleccionó para el papel. No es la primera vez que Blanchett interpreta a un personaje real, pues ganó el Globo de Oro y recibió una nominación al Oscar® por su interpretación de la Reina Isabel I en “Elizabeth”, pero encontró en el hecho de interpretar a la legendaria y aristocrática Hepburn un reto completamente diferente.
“Una cosa es interpretar en la pantalla a alguien que ha vivido y respirado, de la que habrá alguna gente que tendrá una determinada imagen y para la que puede ser un icono, y otra muy distinta interpretarla en el mismo medio en el que se ha convertido en una persona tan venerada”, afirma Blanchett. “La verdad es que no creo que hubiera intentado tamaña proeza para alguien que no fuese Martin Scorsese”.
Prosigue: “Marty y yo hablamos mucho. Él no quería que adoptara una pose burlesca o cabaretera al interpretarla. Quería algo más profundo. Quería que observara su comportamiento y sus gestos y su presencia en pantalla, e intentara captar la verdad de su personalidad y parte de su extraordinaria energía”.
“Debo decir que me lo pasé muy bien rebuscando en sus películas, viéndolas todas de nuevo. Procedía de una época del cine americano en la que gente como Bette Davis, Humphrey Bogart y ella misma, son recordados por el modo en el que hablaban, además de por la forma en la que miraban. Su voz es inconfundible pero, como actriz que soy, sé que la voz que uno usa a la hora de interpretar un personaje es diferente de la que uno usa en privado, así que busqué las entrevistas emitidas que dio. No concedió demasiadas cuando era joven, pero la única que dio a Dick Cavett en 1973, cuando todavía se podía apreciar la juventud de su voz, me fue de gran ayuda”.
Blanchett también se cuestionó la atracción que sentían la Hepburn y Howard Hughes. “Howard y Katharine eran parecidos en muchos sentidos”, observa. “Ambos eran personas que iban por libre, eran extremadamente excéntricos y también muy atractivos. Incluso, en cierta forma, lo que ellos veían como sus deficiencias era justamente lo que les atraía al uno del otro. Provenían de diferentes estratos sociales, sí, pero ambos tenían suficiente dinero como para liberarse de las ataduras de la sociedad. Aunque Katharine fuera sociable y una persona positiva y Howard un hombre más calmado e introspectivo, pienso que veían en el otro a un igual”.
El papel de Ava Gardner, la legendaria diosa de la pantalla de los años cuarenta con la que Howard mantuvo una relación que duró largo tiempo, fue a parar a manos de la actriz Kate Beckinsale. Beckinsale estuvo encantada de interpretar a una mujer con una constitución tan a prueba de bombas como ella. “Creo que se cuenta que fue Clark Gable quien dijo: ‘Oh, Ava Gardner es una gran persona, capaz de beber con los tíos y decir más tacos que un marinero, pero que resulta estar atrapada dentro del cuerpo de la mujer más hermosa del mundo’. En otras palabras, era una chica increíble, con un corazón enorme y muy respetada, y que se metía en líos como cualquier otra persona”.
John C. Reilly, quien coprotagonizó “Gangs of New York” y obtuvo en 2002 una nominación al Oscar® al mejor actor de reparto por su destacada interpretación en “Chicago”, fue elegido para otro de los papeles más importantes de la película: el de Noah Dietrich, director financiero de Hughes Aircraft, quien se convirtió en una de las personas con las que Howard Hughes mantuvo una relación más estrecha. El papel de Dietrich – el hombre que mantuvo la estructura de la firma de Hughes en medio de todo ese caos – intrigaba al actor. “Cuando oyes hablar de Howard Hughes, de su excéntrico comportamiento y de sus grandiosos planes, comprendes que tuvo que haber alguien detrás de él, encargado de todos los aspectos prácticos del día a día. Ese alguien fue Noah”, señala el actor.
Para el papel del competidor más recalcitrante y archinémesis de Howard Hughes, Juan Trippe, jefe de la compañía aérea Pan American Airlines y educado en Yale, los realizadores se fijaron en Alec Baldwin, quien recientemente había estado nominado al Oscar® en la categoría de mejor actor de reparto por su interpretación en “The cooler”. Baldwin, también, se sintió profundamente interesado en su personaje, un hombre que, aunque dista mucho de ser tan famoso como Howard Hughes, es considerado por muchos como el principal responsable del desarrollo de las modernas compañías aéreas comerciales en los Estados Unidos. Un hombre famoso por su tremenda capacidad de persuasión y su instinto, un papel que parecía sentarle como anillo al dedo a Baldwin.
“Trippe fue un gran visionario”, declara Baldwin. “Tuvo la visión de futuro en los años veinte y treinta de ver el fabuloso negocio que iba a generarse en torno a la aviación comercial”. En muchos sentidos, Trippe era el polo puesto a Hughes – mientras Howard era un disidente inconformista de Texas que había operado siempre fuera del sistema, Trippe procedía de la élite de la costa este y tenía grandes conexiones políticas – aunque ambos compartían la misma pasión por volar. “Creo que veían en el otro a alguien de su talla, lo que a menudo suele suceder entre los rivales más enconados”, observa Baldwin.
Alan Alda también forma parte del reparto en un papel inusual para él como el senador por Maine Owen Brewster, el poderoso hombre que trata de someter a Howard Hughes a una investigación pública que al final se va a volver en contra suya. “Fue una elección poco corriente”, admite Graham King, “pero Marty tenía fe en Alan como un fantástico actor de personajes, y realmente bordó el papel de una forma insólita. Lo interpretó tan bien que puedes sentir el peso de la corrupción”.
En el reparto interpretan también importantes papeles el nominado al Oscar® Jude Law como Errol Flyn, el “chico malo” de Hollywood; la cantante de rock Gwen Stefani (No Doubt) quien interpreta a Jean Harlow, la sensación rubia de los años treinta que se convirtió en una enorme estrella del celuloide de manos de Howard Hughes y su película “Ángeles del infierno”; Matt Ross como Glenn Odekirk, el ingeniero aeronáutico jefe de Hughes; Danny Huston como Jack Frye, el presidente de la TWA; Ian Holm en el papel de un profesor universitario que se siente atraído por las hazañas aeronáuticas de Howard; Adam Scott como el jefe de prensa de Howard, Johnny Meyer; y Kelli Garner como Faith Domergue, la belleza de quince años que Howard pretende convertir en la próxima gran estrella del cine.

3. Recreando a Howard Hughes: El diseño de la película
Howard Hughes operaba en el centro de dos de las industrias más dinámicas y glamorosas de los Estados Unidos en sus edades de oro: la aviación y Hollywood. Para recrear la energía y sofisticación del mundo de mediados de siglo de Hughes en EL AVIADOR, Martin Scorsese trabajó con un destacado grupo de creadores que comparten la convicción de Scorsese de lo importante que son la meticulosidad en el diseño y la verosimilitud a la hora de contar historias que convenzan.
Aunque Scorsese ha sido famoso durante mucho tiempo por el dramático impacto visual de sus películas, EL AVIADOR es quizás su trabajo más ambicioso hasta la fecha desde el punto de vista visual, pues ha requerido un tremendo dominio técnico a todos los niveles. Desde muy al comienzo, gran parte del concepto del diseño estaba marcado por la audaz decisión de Scorsese de recrear fielmente el singular aspecto cinematográfico de los años veinte, treinta y cuarenta pero con su propio estilo. Usando la tecnología digital, Scorsese altera sutilmente la paleta de colores y la apariencia de la película a medida que Howard Hughes pasa de ser un realizador disidente en los años veinte a convertirse en un icono de la América de mediados de siglo.
Tal y como suele trabajar, Scorsese visualizó antes de la producción todas las escenas de la película y los ángulos de cámara a utilizar, para apoyarse posteriormente en su equipo y hacer que su visión cobrara vida. El director de fotografía Robert Richardson lo explica así: “Marty llega al plató sabiendo exactamente lo que quiere. Conoce cuáles van a ser los ángulos, los movimientos de la cámara, incluso el tamaño de las lentes. Y pese a ello y al mismo tiempo, siempre está abierto a discutir cómo lograr lo que desearía ver, y está preparado a hacer cambios siempre que sea preciso”.
Para esta película, Scorsese también estaba buscando crear una mezcla de gran escala e intimidad, que juegan un importante papel a la hora de crear la singular estética de la película. “Para las escenas de los vuelos y el impresionante accidente del avión XF-11, por ejemplo, dejé que el contexto marcara mucho la luz y usé mucho el contraste”, señala Richardson. “La oscuridad es muy profunda y surgen pequeños toques de luz. Las llamas dan una vivacidad que abarca todo el espacio de la pantalla. Pero para algunas de las escenas más emocionales, como cuando Howard está con Katharine Hepburn, creamos una atmósfera diferente. Hay un mayor control de la iluminación, que es más atenuada y presenta una tonalidad que hace que broten los sentimientos”.
Añade: “Una de las cosas más importantes para Marty en este filme era que se pudieran ver los ojos del personaje. Marty cree que las emociones más auténticas descansan en los ojos, así que no importa cuál fuera el plano o cómo se fuese a iluminar la escena, siempre tenía presente la idea de captar los ojos”.
Trabajando estrechamente con Richardson se encontraba un veterano colaborador de Scorsese, el diseñador de producción Dante Ferretti. Ferretti tenía en sus manos la ingente tarea de diseñar emplazamientos de la época que estuvieran vivos y respiraran para recrear el entorno físico que rodeaba a Hughes – desde platós de película a las mansiones, pasando por los hangares de los aviones experimentales – todos durante una época en la que dominaba el fastuoso estilo art déco. Pero éste era la clase de desafío que a Ferretti le motiva. “Dante crea los decorados más extraordinarios y auténticos que te puedas imaginar”, resume el productor Graham King. “Es muy perfeccionista y cada pequeño detalle ha de ser el adecuado, de manera que no hay trampa o engaño”.
Entre los complicados y llenos de vida decorados de Ferretti se encuentra el del Cocoanut Grove, el legendario club nocturno de Hollywood del que Howard fue cliente asiduo durante dos décadas, repleto de chicas con lentejuelas colgadas del techo, balanceándose en el aire por encima de las cabezas. Conocido como “El Patio de Recreo de las Estrellas”, el Cocoanut Grove era tan famoso por su decoración de estilo marroquí rococó y su profusión de palmeras (que se decía que se había usado como atrezzo en la película de 1921 de Rodolfo Valentino, “El caíd”) como por la actuación de los artistas musicales más en boga en aquella era de las grandes bandas. Para Howard Hughes, el club nocturno era el escenario para sus negocios y para sus encuentros románticos, una bacanal y un retiro a la vez.
Para capturar en su totalidad el lugar y tiempo perdidos, Dante Ferretti buscó por todos sitios fotografías antiguas del Cocoanut Grove y visitó el emplazamiento original ya desaparecido en el Hotel Ambassador. “Construimos el decorado en cuestión de cuatro semanas, trabajando las veinticuatro horas del día”, explica Ferretti. “Se trata de una reproducción muy fidedigna del original, quizás un pelín más pequeño. Incluso fuimos al Hotel Ambassador, para hacernos mejor a la idea de cómo era el emplazamiento original y hacer mediciones, para poder así recrear todo a la escala adecuada. El decorado se construyó respetando fielmente el original, pero también con cierta flexibilidad para que Marty pudiera tener libertad para mover la cámara de todas las complicadas formas que quería. A medida que pasa el tiempo en la película, hay ciertos detalles que cambian con el transcurso del tiempo; el color de las paredes, determinados muebles, los ceniceros y los manteles, los doseles que cuelgan en el bar y la zona de la plataforma para la música cambian completamente, pero la esencia permanece la misma”.
Leonardo DiCaprio tiene un conmovedor recuerdo de una escena en particular que sucede en el Cocoanut Grove. “Estamos en los años veinte, y Howard ha llegado allí para comerse Hollywood. Mi cabeza queda enmarcada con una total oscuridad por delante y por detrás y, de repente, empiezan a brillar todas las luces de la sala y todo un mundo, este espectacular entorno, cobra vida — mujeres se balancean allá arriba, pasa un faisán en la bandeja de un camarero, la banda empieza a tocar, la gente está borracha y baila, toda una sociedad está de fiesta, y este joven dios de la industria llega para hacerse con todo. Quiero decir, para mí, no hay nada que merezca más la pena, al menos cuando se trata de una película, que entrar en un club nocturno y en un plano increíble de la mano de Martin Scorsese”.
El equipo de producción también construyó de la nada dos decorados fundamentales para retratar a Howard Hughes y su santuario interior: El de Hancock Park, la amplia casa de Hughes situada en Muirfield Road donde, de joven, Hughes mantiene su electrizante romance con Katharine Hepburn; y el de la oficina y sala de visionados de Hughes en 7000 Romaine, el refugio donde pasaba incontables horas. Francesca Lo Schiavo, que ha trabajado durante largo tiempo con Dante Ferretti, decoró la casa de Howard con piezas muy escogidas de mobiliario y preciosos objetos de arte.
“Pienso que todo había de resultar perfecto, realmente auténtico. Howard era uno de los hombres más ricos de América en aquella época, así que no podíamos decorar su casa y su oficina con objetos de atrezzo”, explica Lo Schiavo. “Teníamos que tener piezas genuinas, así que me pasé tres meses reuniendo en Los Angeles los mejores objetos, muebles, cuadros, tejidos, antigüedades, etcétera, que coincidieran con el estilo de recreación hispana por el que se inclinaba Howard”.
Ferretti incluso reprodujo la emblemática entrada al Teatro Chino de Grauman – donde tuvo lugar la abarrotada première de “Ángeles del infierno”– en un estudio de sonido para lograr así mejor el aspecto del Los Angeles de los años treinta. (Posteriormente, se rodarían las escenas del interior en el teatro real de Hollywood).
Cuando llegó la hora del plató de “Ángeles del infierno”, Ferretti y compañía viajaron a Santa Clarita. Allí, en un árido pedazo de tierra desértica conocido como Mystery Mesa, Ferretti reprodujo el auténtico decorado de las películas en los años veinte, completándolo con una colorida colección de biplanos de época reunidos por Craig Hosking, el coordinador aéreo de EL AVIADOR, y su ayudante Matt Sparrow.
“Pudimos facilitar a Marty catorce aviones en total, siete Fokker D-VII que pintamos para que fueran aviones alemanes, y siete SE-V ingleses que hacían de los aviones aliados”, señala Hosking. “Algunos de los aviones todavía podían volar, algunos eran réplicas. Lo importante es que fueran genuinos. Marty quería que tuvieran un aspecto realista y lo tenían”.
En Hollywood, la producción de EL AVIADOR rodó en localizaciones tan auténticas como Sowden House en Franklin Avenue, que representa la mansión de Ava Gardner en Hollywood; en el Teatro Chino de Grauman de Hollywood Boulevard; en 211 S. Muirfield Road, la verdadera residencia de Howard en Hollywood, que ahora es propiedad del agente de la Creative Artists Agency, Bob Bookman, donde vive con su familia ; y en el campo de golf del Wilshire Country Club que linda con la residencia de Muirfield Road. La escena en la que Howard y Katharine Hepburn se conocen por primera vez en un partido de golf se montó en el Woodland Hills Golf Course.
La producción también rodó en el Queen Mary, usando los esplendorosos interiores de art déco de este lujoso trasatlántico en dos escenas de fiesta: La fiesta del final del rodaje de “Ángeles del infierno” y la fiesta tras el anuncio por parte de Hughes de que ha construido el hidroavión más grande del mundo. También en Los Angeles, la producción levantó el campamento en el barrio de Beverly Hills en el que Howard Hughes estrelló su avión, encontrando vecinos que recordaban tan extraordinario suceso como si hubiese ocurrido ayer.
Tan vitales como los decorados para meternos en la atmósfera EL AVIADOR son los trajes de época que recuerdan una época de gran sofisticación y glamour en el vestir. La diseñadora de vestuario Sandy Powell se aproximó a EL AVIADOR intrigada tanto por las increíbles épocas en las que transcurre la película como por la posibilidad de mirar tras el mito de Howard Hughes para lograr ver más claramente al hombre. “Estaba muy interesada por la idea de que tienes esas diferentes caras contrapuestas de Hughes – es parte del increíblemente glamoroso, excéntrico y desinhibido mundo de Hollywood, pero al mismo tiempo forma parte del mundo empresarial, mucho más formal y conservador, además de tener un parte privada”, dice. “El reto era equilibrar todo eso en su aspecto, con ropas que resultaran lujosas y con empaque”.
Continúa: “El cambio en el vestuario de Howard con el paso del tiempo puede ser muy revelador. Empieza como un joven que viste muy bien, con ropas que parecen confeccionadas realmente en Savile Row. A medida que pasa el tiempo, se preocupa menos por su apariencia y aunque lo que lleva puesto sigue siendo caro, no necesariamente lo parece. Luego, después de que Katharine Hepburn le deje y caiga en una depresión, quema todo lo que tiene y empieza a llevar trajes de Sears Roebuck. En ese momento de su vida, solo posee en realidad dos trajes: uno oscuro y uno claro. Así es que su ropa va cambiando a medida que él lo hace”.
Antes de ponerse a trabajar en todos los detalles de su vestuario, Powell escrutó, una a una, fotografías de archivo. “Lo más interesante era que yo estaba viendo fotos en blanco y negro y tenía por tanto que imaginarme los colores, teniendo también en cuenta qué colores y tejidos podían sentar bien a los actores que habían sido contratados”, afirma.
A la hora de escoger los colores más adecuados, Powell también tuvo que equipararlos con el cambiante aspecto del filme, que va de la apariencia del Technicolor de doble matriz con su surrealista paleta a unos colores más reales y un fotorrealismo más moderno. “Era interesante tener que pensar como lo habría hecho una diseñadora de vestuario de los años veinte y treinta”, señala. “En aquellos días, dominaban dos gamas básicas, la de los rojos y los verdes, lo que significaba que si usaba azul tendía a mostrar una apariencia verdosa, pues la gente no usaba realmente el azul, y nosotros lo evitamos en las primeras escenas. Era una cuestión siempre a tener presente. El vestido que empleé para Katharine Hepburn en la escena del Cocoanut Grove en 1935 era de tono dorado, pero al ser filmado con el método del Technicolor parece más rosa, un bonito color dorado rosado que parece satén. Para la escena en el Pantages y la acción que se sucede inmediatamente después, creé para Kate un vestido amarillo, un color arriesgado de usar. Da como un color mostaza ‘verdoso’. Pero creo que va muy bien con lo que está sucediendo en la acción”.
Buscando inspiración, Powell la halló en películas clásicas de la era del Technicolor. “Uno de los materiales de investigación que Marty nos facilitó durante la etapa de preproducción fue la película ‘Que el cielo la juzgue’ con Gene Tierney, la cual se rodó con el Technicolor de triple matriz. Realmente saca partido a la vivacidad del método, donde todo es tan fantásticamente brillante”, señala. “Me sorprendió una escena en particular en la que Tierney lleva un albornoz color turquesa con ribetes rojos, una combinación impactante de colores. Cuando se da la vuelta y mira hacia la cámara, su barra de labios es del mismo color que los ribetes y sus ojos son del mismo turquesa que su albornoz. Luego se tumba en un sofá turquesa decorado con grandes dibujos de rosas rojas y todo esto te salta encima. Es un momento fantástico y puro de Technicolor, y lo tuve en cuenta cuando estaba diseñando la ropa para Kate Beckinsale en su papel de Ava Gardner. Acudí a una tienda de telas de Nueva York y encontré una maravillosa tela color turquesa con la que hice un abrigo, y luego encontré un tejido rojo fuerte y lo usé para el vestido que diseñé para Ava. Lo considero un homenaje a Gene Tierney”.
Añadiendo toques de veracidad al ambiente que rodeaba a Howard Hughes tenemos la música de EL AVIADOR, que refleja el rítmico jazz y los sonidos de las sofisticadas big bands que estaban en su apogeo en vida de Hughes. Martin Scorsese trabajó estrechamente con el supervisor musical Randy Poster para crear los números de música en vivo que hicieran honor a la película. La banda sonora del filme ha sido compuesta por el escarizado Howard Shore.
“Marty tiene un enorme conocimiento de la música de esa época, y él y yo estudiamos detenidamente todo el repertorio de los directores de las principales bandas residentes, de modo que pudimos acercarnos mucho a cómo sonaba esa música realmente en cada década, hasta el mínimo detalle de cada instrumento”, dice Poster. “Afortunadamente, el director de nuestra banda, Vince Giordano, y sus músicos, conocen al dedillo este material histórico y crearon algo incomparable, un sentimiento fresco y vivo, porque entienden las dinámicas de la música y la esencia del sonido. A medida que pasamos de los años veinte a los treinta y luego a los cuarenta los cambios son muy sutiles, pero la audiencia los podrá apreciar subliminalmente”.
Entre los artistas que aparecen en la cinta se incluyen el cantante de pop Rufus Wainwright que interpreta un tema de los años veinte de influencia francesa popularizado por George y Ira Gershwin, “I’ll Build A Stairway to Paradise”; la hermana de Rufus, Martha, que encarna a la cantante de la banda en los cuarenta que interpreta el “I’ll be Seeing You” de Sammy Fain y Irving Kahal; y su padre, el famoso cantante de música folk y pop Loudon Wainwright, que toca y canta el tema de Harry Creamer / Turner Layton “After You’ve Gone” con la banda en la secuencia de los años treinta.

4. Volando con Howard Hughes: Los efectos especiales
Martin Scorsese es un director que muy pocas veces ha visto su nombre asociado a los efectos especiales, pero para hacer que EL AVIADOR cobrara vida, Scorsese hizo una incursión inusual en la tecnología digital, usando con ingenio los ordenadores a la par que las técnicas clásicas para recrear el resplandeciente aspecto de la edad dorada de Hollywood y las inimitables sensaciones que proporcionaba la aviación experimental. Tal como hizo Howard Hughes con cualquier posible instrumento a su disposición, fuera de alta tecnología o con tecnologías menos avanzadas, para crear “Ángeles del infierno” en su momento, Scorsese escogió una amplia variedad de soluciones cinematográficas para contar la historia de Hughes de una forma tan visceralmente real que hasta el mismísimo Hughes la hubiese celebrado.
En cierto grado, toda la película es un gran efecto especial, pues todas las escenas fueron rodadas y posteriormente realzadas digitalmente para recrear la apariencia de las películas de Hollywood en los años veinte, treinta y cuarenta, cambiando los diversos colores de forma sutil a medida que la narración de EL AVIADOR avanza en el tiempo. La película también incorpora técnicas escasamente vistas en las películas de hoy en día, incluyendo un extenso uso de miniaturas y maquetas de aviones creativamente alumbradas que eran más tarde combinadas con imágenes digitales para crear una espectacular verosimilitud en las secuencias aéreas.
Desde el comienzo, Scorsese quiso que la película evocara la clase de texturas tangibles y realizadas a mano que no se pueden lograr con la tecnología digital. Al mismo tiempo, quería que la película tuviera una moderna sensibilidad visualmente compleja. Por lo tanto, Scorsese pidió a su equipo de efectos que hiciera algo bastante insólito: les pidió que depuraran las técnicas cinematográficas de la “vieja escuela” a través de la tecnología actual. El resultado es un singular híbrido de tecnología punta e histórica.
El productor de efectos visuales Ron Ames lo explica así: “Martin Scorsese siente un profundo amor por la historia del cine, el cual se convirtió en un elemento fundamental a la hora de crear EL AVIADOR. Desde luego, Marty no es un especialista – en el fondo es un narrador de historias y su principal interés está siempre en el personaje y en la interpretación. Aún así, se sentía fascinado por la pasión de Howard Hughes por la tecnología y quería que ese espíritu impregnara el alma de esta película. Puso su confianza y su fe en nosotros para crear una poderosa realidad histórica usando medios imaginativos de todas las épocas del cine; desde los más tradicionales a los digitales”.
En sus primeras reuniones con Ames y con el supervisor de efectos visuales Rob Legato, Scorsese explicó que quería que el estilo visual de EL AVIADOR reflejara lo que podría haberse visto si la película se hubiera rodado cuando la vida de Howard Hughes se hallaba en todo su esplendor; pero bañada de un estética contemporánea. “A Marty siempre le han encantado las películas clásicas y nos estimuló para que investigáramos en filmes de la era de Hughes y volviéramos a consultar técnicas que se empleaban para hacerlas tan especiales”, explica Rob Legato.
El primer desafío para Legato fue encontrar un modo de recrear los aviones experimentales que juegan un papel tan clave en la historia de Howard Hughes, incluyendo el H-1 Racer que batió todos los récords de velocidad, el avión espía experimental XF-11 y el impresionante hidroavión de madera conocido como El Hércules, de todos los cuales o bien no existían ya unidades o las que había no estaban en condiciones de volar. En vez de remodelar digitalmente los aviones, con las dificultades que la tarea entrañaba, Scorsese y Legato optaron por el contrario por usa una de las técnicas de efectos especiales originales del cine: las miniaturas y las maquetas minuciosamente elaboradas.
Usando los diseños originales de Hughes para cada uno de los aviones, Legato y su equipo crearon una amplia variedad de maquetas, desde sofisticadas “miniaturas suspendidas” a réplicas a escala 1/4 manejadas por radiocontrol con motores reales en funcionamiento; maquetas tan fidedignas que, cuando lo ponían junto al metraje documental, no se notaba prácticamente nada la diferencia de texturas.
Para el equipo de realización, estas maquetas verdaderamente reales eran lo mejor para ser realmente capaces de entrar en la historia y plasmar los famosos aviones de Hughes. “La ventaja mas relevante era que las maquetas permitían a los realizadores filmar los aviones de una forma visceral, acercándose bastante a cómo se habría hecho si se hubieran usado los aviones auténticos, lo cual era de todo punto imposible. Pudimos usar la misma iluminación, las mismas poses, los mismos planos de cámara”, explica Legato. “Usando cámaras de control de movimiento, fuimos capaces de filmar a estos aviones en miniatura ‘aterrizando’ al aire libre de verdad, así que puedes ver un cielo verdaderamente azul y el reflejo del sol sobre el fuselaje del avión. Esta pequeñas cosas que dan a los espectadores la sensación de formar parte de algo emocionante que está teniendo lugar”.
Una de las escenas más extraordinarias creadas con miniaturas es la del terrible accidente del XF-11 de Hughes en un barrio de Beverly Hills. Empleando una mezcla de miniaturas y una maqueta del avión a tamaño real, el equipo de efectos visuales de la película fue capar de proporcionar a Scorsese los medios para crear un espectacular accidente aéreo que pone los pelos de punta, sin hacer que el reparto o el equipo de realización corrieran el menor riesgo. “La combinación de todas las diferentes técnicas que usamos conjuntamente hacen que todo sea muy verosímil”, señala Legato. “Realmente tienes la sensación de estar viendo el choque de un avión de verdad con una casa también de verdad, justo como ocurrió en vida de Howard”. (Para añadir mayor realismo a la escena, el equipo construyó también las casas de Beverly Hills de metal, lo cual permitió que ardieran durante los tres días de rodaje, y usaron más de dos mil metros de tuberías para crear las típicas nubes de humo que se generan cuando se prende gasolina).
Otras escenas se hicieron con miniaturas tradicionales y complejos fondos creados digitalmente. Esta técnica se mostró especialmente útil a la hora de recrear el primer vuelo del Hércules, que ha permanecido en tierra durante años. Se creó una maqueta del Hércules, y posteriormente se rodó en vivo frente a un hermoso y muy real cielo azul, aunque el oleaje y la histórica Long Beach que lo circundaba fueron realizados por ordenador. El resultado es una sensación de viajar hacia atrás en el tiempo a ese inefable episodio de antaño.
Para crear las maquetas a escala 1/4 manejadas por radiocontrol (incluyendo una réplica que podía volar del malogrado XF-11), el equipo de Legato trabajó con una empresa que construye aviones teledirigidos para el gobierno. Estaban realmente encantados de ayudar por el mero hecho de ver volar de nuevo a esos aviones. Desde luego, no podíamos hacer que los aviones por radiocontrol volaran muy alto, así que tuvimos que aplicar el ingenio”, explica Legato. “En un determinado momento, usamos un aeropuerto situado en una colina de Catalina para poder así emular a un XF-11 volando a dos mil pies de altura”.
De regreso al siglo veintiuno, el equipo de efectos visuales también se divirtió haciendo por medio del ordenador una recreación de la pionera película de temática aérea de Howard Hughes de 1927, “Ángeles del infierno”. Muy por delante de su tiempo en envergadura y escala, la película sirvió de fuente de inspiración para Scorsese y todo el equipo a la hora de realizar EL AVIADOR. De forma irónica, las escenas aéreas creadas por Hughes en “Ángeles del infierno” eran tan insólitas en su osadía que, por razones de seguridad, EL AVIADOR no pudo repetirlas con aviones y pilotos reales.
“Teniendo en cuenta que la película se hizo en 1927, ‘Ángeles del infierno’ estaba décadas por delante de su tiempo”, afirma Graham King, “y Marty quiso que esa sensación quedara plasmara. Así que gastamos un montón de energía creativa y pasamos mucho tiempo recreando algunas de las secuencias especiales que Howard Hughes creó originalmente”.
Para unir digitalmente las imágenes de DiCaprio con el metraje rodado por Hughes hace más de setenta y cinco años antes, el equipo de efectos tuvo que enfrentarse a otro interesante reto. “Intentamos copiar el metraje real de ‘Ángeles del infierno’ poniendo toda la atención en las limitaciones del cine en aquéllos momentos”, señala Legato. “¡Incluso usamos una cámara de movimientos generados por ordenador! Esta escena tiene lugar al comienzo de la película, y es una de las más idealizadas de toda la película. Hay en ella una sensación de realidad intensificada, más que de la realidad verdadera que intentamos conseguir para cuando la historia avanza y se pone más trascendente”.
A la hora de entrar en el color de la película, Scorsese pidió de nuevo al equipo que hiciera algo sin precedentes: Revivir el look del “Technicolor con doble matriz” de los años veinte y el “Technicolor de triple matriz” de los cuarenta empleando medios digitales. “Marty nos pidió que recreáramos algo que ha desaparecido hace mucho tiempo”, señala Ron Ames, “así que se nos tuvieron que ocurrir formas imaginativas de usar los medios digitales para copiar las limitadas paletas de colores del pasado”. Rob Legato añade: “El color solía ser un efecto, y nosotros encontramos la forma de capturar la idea con un punto de vista estético y moderno”.
Las primeras películas en color de los años veinte se creaban o bien pintando a mano los fotogramas o usando un nuevo proceso conocido como “Technicolor de doble matriz”. Con este método, se juntaban dos negativos separados de película en blanco y negro, uno impreso con un filtro magenta y otro con uno verde, para crear colores que en cierta forma se acercaran a la realidad multicromática. Sin embargo, al no haber filtro cian alguno, estas películas tenían un aspecto inusual, con surrealistas tonalidades de piel y cielos que brillaban con un tono verdoso. A finales de los años treinta, el “Technicolor de triple matriz” entró en escena y cambió para siempre las películas. Aunque este método exigía grandes cámaras difíciles de manejar que limitaban la flexibilidad, la contrapartida era que proporcionaban colores ricos y vivos, diferentes a los que los espectadores habían podido contemplar hasta la fecha. Como con el “Technicolor de doble matriz”, estas cámaras no usaban verdadera película, sino película en blanco y negro imprimada con un filtro magenta, otro verde y ahora también cian. El resultado era un color puro y saturado que muy raramente se ve en nuestros días.
“Era completamente imposible recrear el procedimiento del Technicolor con cámaras actuales, así que lo mejor que se podía hacer era usar película actual con tecnología digital para purificar los colores de nuevo”, afirma Rob Legato. “Creamos ‘filtros digitales’ que hacían lo mismo que el Technicolor original, imitando en esencia lo que se hacía entonces con toda la capacidad informática de la que disponemos hoy en día. Usamos un filtro magenta y otro verde para las escenas anteriores a 1938 y añadimos el cian para las que acaecen a partir de finales de los años treinta. Tuvimos el placer de trabajar muy estrechamente con el departamento técnico de Technicolor para lograr algo realmente especial”.
Continúa: “Hemos logrado algo único, porque es como si hubiéramos empleado las cámaras originales de Technicolor pero con nuestros estilos y sensibilidades más modernas. La apariencia remite a los días de apogeo de Howard Hughes pero tiene también su propia personalidad”.
A la postre, EL AVIADOR iba a tener tres temáticas distintas de color: desde los años veinte hasta el 38, el look es apagado, con un tono histórico de matices verdosos; de 1938 hasta los años cuarenta, el ambiente toma la exuberancia del Technicolor santo y seña del “Hollywood clásico”; y luego, al final de la película, el color cambia sutilmente acercándose a la moderna apariencia de color con la que los espectadores están familiarizados en 2004. “Las transiciones son muy sutiles y naturales, y de este modo se convierten más en una temática implícita en la historia”, declara Legato. “Esto era muy importante para Marty. No quería hacer una gran exhibición con los efectos visuales, sino más bien, quería que fueran parte integral de la narración. Ésa es llanamente la forma que tiene de hacer las cosas”.
El director de fotografía Robert Richardson trabajó estrechamente con el equipo de efectos para ajustar su trabajo de cámara al procedimiento del color. “Marty quería que la iluminación reflejara también el desarrollo de la película en color y el proceso de rodaje a medida que cambiaba con el paso de los años”, señala Richardson. “En esencia, los efectos de color en su conjunto se lograron mediante la completa integración de la iluminación, los decorados, el vestuario y la tecnología digital”.
En todo su trabajo, el equipo de efectos visuales contó con la ayuda de una amplia variedad de empresas de alta tecnología, desde las más grandes hasta las más pequeñas. Adobe proporcionó su software normativo After Effect, Sony Imageworks facilitó capacidad informática para algunos de los planos digitales más complicados, y el equipo también trabajó con un puñado de pequeñas y más especializadas casas de efectos para determinadas escenografías virtuales claves y planos compuestos. “Puedes conseguir una gran versatilidad trabajando de este modo”, señala Ron Ames. “Es algo que sólo es posible porque ahora puedes usar varias compañías diferentes para distintas imágenes y aún así lograr al final una maravillosa apariencia unificada”.
La autenticidad también fue fundamental para la amplia variedad de efectos de sonido presentes en EL AVIADOR, supervisados por Eugene Gearty, quien con anterioridad había trabajado con Scorsese en películas como “Gangs of New York” y “La edad de la inocencia”. Uno de los mayores desafíos con los que se topó Gearty fue el de recrear los sonidos para unos aviones que ya no existen. “El sonido juega un papel esencial a la hora de crear verosimilitud”, explica Gearty, “pero esto iba a resultar algo complicado porque estos aviones ya no surcan los cielos”.
Dado que no podía grabar los desaparecidos hace tiempo HF-1 y XF-11 o el varado Hércules, Gearty removió Roma con Santiago para encontrar copias parecidas, hasta dar con una amplia variedad de aviones antiguos. Pero eso no fue nada más que el comienzo. A continuación, Gearty tuvo que encontrar una manera de grabar el zumbido y ronroneo del motor de cada avión mientras realizaban osadas maniobras; todo sin la más mínima interferencia de cualquier otro avión ni ruido ambiental. “Terminamos hacienda algo muy sofisticado que juraría que nunca se ha empleado cuando se trata de montaje sonoro”, explica. “Alquilamos varios aviones antiguos diferentes y los llevamos al desierto de Mojave, donde teníamos pilotos que podían hacer las maniobras reales de la película mientras usábamos un montón de aparatos de alta tecnología para capturar los sonidos”.
Gearty continúa: “Tuvimos que encontrar maneras muy inteligentes de grabar el sonido de manera que quedara convincente cuando lo enfrentáramos con la película. Era algo más difícil de lo que pudiera parecer. Los grandes cineastas como Marty sólo están interesados en contar una historia, lo cual no es necesariamente algo lineal. Así que tiene motores de aviones rindiendo al máximo mucho más rápidamente de como lo harían en la vida real, y tuvimos que encontrar el modo de hallar el sonido”.
Los sonidos del Hércules resultaron particularmente complicados, dado que este enorme aparato con sus ocho gigantescos motores y sus hélices de más de seis metros no había volado desde 1947. “Lo más cercano al Hércules es el Constellation de la compañía Lockheed pero no estaba escrito en las estrellas que pudiéramos utilizar uno de ellos”, dice Gearty. “En su lugar, nos tuvimos que conformar con dos B-52, cuyos motores son la mitad de grandes. Pero descubrimos que una vez que un avión está en el aire y funcionando, estos motores tiene tanta potencia que casi no importa. Es como la diferencia entre el volcán Santa Elena y el Etna, ¡ambos son ruidosos y pueden hacerte correr el resto de tu vida!” Usando sofisticadas técnicas microfónicas y editando, Gearty quedó encantado con el resultado final. “Duplicamos y triplicamos los sonidos y resulta todo muy convincente”, afirma.
Además de su trabajo en las escenas aéreas de la película, Gearty tuvo que ir a Ohio a grabar coches antiguos e incluso a indagar las explosiones de los fogonazos del flash, que cambiaron significativamente de los años veinte a los cuarenta. Con todo, sin embargo, sabe que su arduo trabajo de efectos para EL AVIADOR va a quedar en su mayor parte oculto, entrelazado en la trama de la historia, que es exactamente como cree que ha de pasar.
“Con Marty, sabes que la narración va a estar en el nivel creativo más alto, así que las secuencias aéreas no se centran en la emoción de un motor que ruge, sino en una gran variedad de elementos”, reconoce. “Sé que Marty va a mezclar mi trabajo con el diálogo, la música, las interpretaciones, con todos esos factores diversos, pero así es como ha de ser. Marty no es la clase de cineasta al que le interese que todo gire en torno a los efectos, aunque también comprende que los aspectos más tecnológicos de la película son los que ayudan a crear un mundo verosímil”.

CRÍTICA por Miguel Á. Refoyo
El sueño convertido en pesadilla
Scorsese contiene su megalomanía fílmica para abordar de forma solemne una historia sobre los infiernos personales de una seduc-tora figura tan importante en el Hollywood clásico como lo fue Ho-ward Hughes.
Magnate, productor, cineasta, pione-ro de la ingeniería aeronáutica, colec-cionista de amantes, Howard Hughes pertenece a esa estirpe de personali-dades del Hollywood Clásico que se han ganado (para bien o para mal) un puesto de honor en la Historia, mucho más allá del Séptimo Arte. Sobrino del escritor y cineasta Rupert Hu-ghes, Howard fue de los hombres jó-venes más ricos del mundo al heredar la Hughes Tool Company, que admi-nistraba la mayor parte del petróleo de Texas. Apasionado por la aviación, llegó a plantarle cara al monopolio aé-reo de la PanAm al adquirir la TWA, siendo uno de los grandes de la RKO antes de llevarla a la quiebra. Descubrió starlettes como Je-an Harlow, Jane Creer, Jane Russell o Terry Moore; Hughes fue un vividor, un mecenas extravagante y uno de los modelos que no apa-reció en los títulos de crédito de "Ciudadano Kane" de Welles. Pre-cisamente con esta figura, la película de Scorsese evidencia tener algún vínculo desde su prólogo, cuando en la infancia de Hughes se observa un elemento que le perseguirá a lo largo de su vida. Pero ahí se acaba cualquier comparación entre ambas películas (sería ilícito equipararlas), a pesar de narrar la odisea de dos hombres tan parecidos como Charles F. Kane y Howard Hughes, dos complejas personalidades; megalómanos, excéntricos, ambiciosos, soñado-res y visionarios.
"El aviador" es el vehículo idóneo para que Martin Scorsese haya podido componer eso que tanto tiempo llevaba buscan-do: una entusiasta oda de amor al cine clásico, al viejo Holly-wood de la Época Dorada, con una cuidada reconstrucción estética y argumental. Rebelde y kamikaze no sólo en el aire, si-no también en el cine, en la vida y en el amor, la figura de Hughes es englobada en esta película en un próspero lapso de tiempo para el rico heredero, ubicándose tan sólo en sus dos décadas más glo-riosas, ya que si bien podría haber recogido numerosos capítulos de su abrumadora biografía, Scorsese ha preferido destinar el me-traje a sus logros, parte de su enajenación creciente y al taxativo viaje al tormento de un personaje problemático, de esos que tanto fascinan al director. No estamos, por tanto, ante un biopic, ni mu-cho menos ante una hagiografía, ni siquiera se ocupa "El aviador" en desglosar los episodios más importantes de su vida como pode-roso magnate, amante o aviador, sino que Scorsese y su guionista John Logan sitúan este periodo fraccionándolo a lo largo de un viaje interno, de la lucha de un hombre contra sus infiernos. Un via-je a la cima del mundo que tiene como regreso un amargo tránsito a una habitación solitaria y mugrienta. Como su propia vida, inmer-sa en un concepto enfermizo, a modo de virus que coartaba su co-lérica propensión al aislamiento, Hughes se enfrentó a todo aquello que pudiese romper sus ambiciones y deseos, con un apego a la trasgresión de los cánones de su época, de un modo obsesivo, co-mo todo en Hughes.
En ese sentido, el filme muestra un personaje atormentado e ina-daptado por su forma de ser, aisla-do debido a una sociedad que no le comprende, por lo que Hughes no está muy lejos de los representados en Travis Blickle, Henry Hill, Rupert Pupkin, Jake La Motta o Jack Pierce, pues todos ellos unen sus caminos en un sendero de perdición, entre la paranoia y la desalentada lucidez de una confusión gradual. Posiblemente si Howard Hughes hubiera muerto en uno de sus aparatosos accidentes de avión, habría sido recordado como un mito, como aquellos que viven intensamente y dejan un bonito ca-dáver. Al no ser así, Scorsese disecciona un recorrido que transcu-rre del mito a la caricatura, del héroe mediático a un personaje gro-tesco víctima de sí mismo, recluido en un apartamento, torturado por sus propios delirios de grandeza. No muy lejos de los terrenos explorados por el cineasta italoamericano, donde la vida acaba co-mo una pesadilla que es necesaria vivir para expiar los errores e im-prudencias y redimirlos con una (aunque sea pasajera) ascensión al equilibrio, a la armonía perdida. "El aviador" se presenta como una lección de cine que resulta posible, en definitiva, porque a su director le interesa mucho más el declive paranoico-compulsivo de Hughes y su lucha contra los ataques de la gran industria que la re-construcción del Hollywood vivido por el personaje, su vertiente de mujeriego o su esencia aventurera y suicida. Una estructura que no abandona Scorsese con esa insurrección de Hughes en el juicio fi-nal, mostrando su mayor brillantez y saliendo airoso de sus acusa-ciones cuando parecía que su locura y manías habían acabado por devorarle. Y lo hace centrado en una historia de dobles sentidos y perspectivas, bajo las que subyace la enérgica imaginería de uno de los grandes clásicos, tal vez el último, de la Historia del cine.
Scorsese contiene para ello su megalomanía fílmica, pero no su propensión a cierta mitomanía que llega a someter a la historia hasta un cierto punto de convencionalismo, justifi-cando, a pesar de ello, su pericia narrativa, llena de épica en esta maravillosa crónica simultánea de una victoria oca-sional y de un fracaso personal. Por eso, tras observar la caída en los infiernos de la locura, Hughes encara al Comité que lo acusa de quedarse dinero del Ejército con una conquista momentánea, consiguiendo pilotar el Hércules en su primer y único vuelo, para dejarlo sumido nuevamente en los lóbregos pozos de su perturba-ción, delante de un espejo, repitiendo una frase (“el camino hacia el futuro”), como fatal letanía que le llevaría a acabar sus días recluido y totalmente desequilibrado. Desde un punto de vista biográfico, tal vez se haya dado demasiada importancia a la parte romántica de la vida de Hughes, ya que no fueron los triunfos en cualquiera de los campos en los que probó suerte donde reside su leyenda, sino en su final, en la paradójica locura de un hombre que pudo reinar. Sin embargo, aunque se contenga y la película sea menos turbulenta y amarga de lo que cabía esperarse, no deja de estar presente ese punto característico de corrupción y decadencia fatalista que tan bien despliega Scorsese. No obstante, se echa de menos su rela-ción con Al Capone, su desastrosa gestión al frente de la RKO y su colaboracionismo anticomunista (aunque se manifieste en la breve secuencia protagonizada por Willem Dafoe).
Virtuosa reconstrucción de un hombre y su época, "El aviador" va trazando ese poema de ampu-losidad operística de esplendor aventurero a través de la mirada de un personaje caótico y revolu-cionario, próvido amante con agi-tada vida sentimental. Pero, ante todo, deteniéndose en sus litigios per-sonales contra un periodo de absolu-tismo político, social y en el mundo del cine. Tres apartados que sirven a Scorsese para exponer su dominio de la narrativa en secuencias que tienen como protagonistas a un L.B. Mayer que menosprecia a un ambi-cioso Hughes, cuando éste pide dos cámaras más para incorporar-las a las 24 que ya tiene para "Ángeles del Infierno", el enfrenta-miento en los despachos de la MPAA contra Breen, que dirigió el sistema de censura de Hollywood y, en su final, el brillante plantea-miento del juicio en el que Owen Brewster pretende hundir al mag-nate en beneficio de Juan Trippe, dueño de la todopoderosa Pan-Am. Todo ello evidencia una personalidad inabarcable, movida de forma desbordante por la pasión de la ambición y el talento. Scor-sese tampoco obvia su ardua y excesiva vida sentimental que ilus-tra multitud de romances; a veces manifiestos (como con Jean Har-low, Ava Gardner o Faith Domergue) o insinuados (el caso de Jane Russell o Bette Davis). Pero el cineasta y su guionista han preferi-do concentrar este aspecto en la relación más importante de la vida de Hughes; la que estuvo a punto de acabar en boda con Katharine Hepburn, ilustrado en uno de los momentos más románticos del ci-ne de Scorsese, mientras Hughes observa pilotar a Hepburn y, consciente de su escrupulosidad, mira la botella de leche de la que acaba de beber la genial actriz para, sin miedo, sorber con la segu-ridad de haber encontrado un alma gemela, una inconformista co-mo él que comprende sus paranoicas manías, aunque, como reco-noce el personaje de Hepburn poco después, “Howard Hughes es demasiado Howard Hughes”.
Martin Scorsese ejerce en "El aviador" de exegeta fílmico, de me-tódico estudioso del cine de la Época Dorada, donde no falta cierta dosis de manierismo y virtuosa reconstrucción de la época, explíci-ta y deliberadamente enfática y grandilocuente, a veces excesiva, pero siempre delimitada a una línea narrativa de perfecta sutileza, de puro cine clásico. Este laborioso trabajo visual es ejemplar debi-do al conjunto de exquisiteces que componen la cinta. Así, Robert Richardson propone un juego cromático intencional, ya que en la primera hora no existen los verdes y todo es aséptico e higienizado (con gamas de azulados diáfanos), para avanzar con un progresivo aumento del colorido ocre y terrosos, y acabar la película en un es-cabroso verde intenso, afectado ya por toda la sociedad y el mundo que rodea a Hughes. Sólo hay color en el cielo (metáfora de la li-bertad del magnate) o en el ramo de flores que invoca sus mejores recuerdos. "El aviador" es un filme de intensidad creciente, argumentalmente eficaz y de un ritmo lúcido e intachable (hay que recordar los 166 minutos de duración), una consecu-ción procedente, como en toda obra de Scorsese, de la edi-ción de la gran maestra montadora Thelma Schoonmaker. Si a esto añadimos el trabajo que Ferretti, LoSchiavo y Powell en el diseño de producción, los decorados y el vestuario, respectiva-mente, en conjunto, el filme sólo admite adjetivos superlativos.
Para Leonardo DiCaprio el reto de interpretar a Hughes le podría, a priori, haber quedado muy grande, debido, en gran parte, a la invitación al histrio-nismo que conlleva dar vida a un per-sonaje en constante declive que cae en las redes de la locura. Pero el re-sultado es un espléndido trabajo de contención encomiable, tanto en la in-terpretación de los arrogantes éxitos de Hughes, como en su degeneración psíquica, su sordera y los problemas de identidad del ambicioso millonario. DiCaprio deja emerger el lento in-timismo de un hombre enfermo, atrapado por sus fobias, sus malsanas obsesiones y ese miedo que le conduce de forma inevitable a locura y la soledad. Del resto del reparto sobresale la exactitud y el riesgo con la que la gran y luminosa Cate Blan-chett aborda un papel tan difícil como es el de dar vida en una in-terpretación conmovedora, con los amaneramientos y sofisticación de la gran impulsiva e indócil Katharine Hepburn. John C. Reilly, el sobresaliente Alan Alda y un cada vez mejor Alec Baldwin com-ponen minuciosamente los apoyos del gran DiCaprio. No se puede decir lo mismo de la pobre Kate Beckinsale, que sale un tanto desafortunada en su recreación de Ava Gardner. Mejor suerte co-rren Gwen Stefani, Jude Law y Kelli Garner al realizar práctica-mente un cameo.
Scorsese, al que se ha intentado equiparar en minuciosidad y arrojo al mismísimo Howard Hughes, observa a lo largo del filme a su personaje con la perspicacia, la compasión y, hasta cierto pun-to, la admiración necesaria para concebir una película que, más allá de su grado de "encargo", es una cinta donde cada rasgo, cada plano y la disposición narrativa con la que lo aborda se identifica con la obra de uno de los clásicos modernos más imprescindibles de la historia del cine. Estamos, por tanto, an-te la primera gran película de este 2005 que acaba de empezar.

CRÍTICA por José Luis Santos
Hollywood vive tiempos mediocres. La hoy pobre imaginación de la otrora bien llamada Meca del Cine en su mayoría apenas subsiste fagocitando filmes (europeos, orientales o simple-mente pretéritos) con tediosos, cuan-do no vergonzantes, remakes incapa-ces de aportar nada al original, ridicu-lizando cómics con versiones que convierten verbigracia a Hulk en un Pokémon de goma con un padre se-creto esquizofrénico, o llevando a la pantalla videojuegos que, tras un in-tenso trabajo de ambientación-guioni-zación (ejem), consiguen parecer... vi-deojuegos. Y una de las tablas de salvación que la industria ameri-cana parece haber encontrado este año para su resentida creativi-dad es la de los biopics. Como muestra un botón: en apenas un par de meses se han paseado por nuestras pantallas personajes como Ray Charles, Cole Porter, Alejandro Magno, y ahora Howard Hughes, el excéntrico multimillonario del que “El aviador” nos muestra su época de esplendor entre los años 20 y 40, y al que Martin Scorsese recurre para un doble propósito. Por un lado, le permite crear uno de sus apasionantes personajes atormen-tados, ídolos con pies de barro predestinados al todo y a la nada, a coquetear con el olimpo y con el averno a la vez, y a llevar al espectador en volandas por su ascensión y arras-trarlo a regañadientes en su trágica, dolorosa e inevitable caída, algo que muy pocos directores saben hacer tan bien como él. Por otro lado, parece innegable el valor que le otorga a su protagonista/héroe/antihéroe, no como niño pijo caprichoso que se cree capaz de comprarlo todo (y aquí se revela la enorme habilidad del espléndido guión y el ingente talento tras la cámara para lograr una empatía que en principio podría parecer improbable), sino como metáfora de la rebelión contra el sistema, del inconformismo con las reglas escritas y, especialmente, con las no escritas, y por tan-to como cierto alter ego de un cineasta capaz de anteponer en su filmografía su inquietud personal y su coherencia creativa, pasando por encima del obligado peaje institucional que le lleva a tener que luchar por sacar adelante cada película, y a que obras, ya parte de la historia del cine, como “Taxi driver”, “Malas calles”, “Toro salva-je”, “Uno de los nuestros” y un largo etcétera, se hayan quedado sin un Oscar®, otorgado, por contra, en no pocas ocasiones a au-ténticas medianías.
Scorsese vertebra su film como una impecable sucesión de episo-dios, dotados de la suficiente co-hesión para que sus casi tres ho-ras de metraje transcurran sin fati-ga. Partiendo de una primera mitad casi vertiginosa, plagada de escenas magníficamente concebidas, planifica-das, escritas y plasmadas (con una realización de aparente sencillez, pe-ro cuya fluidez y energía no son en absoluto fáciles de conseguir), ofrece una lujosa recreación del Hollywood de la etapa dorada, que combina há-bilmente una cinefilia casi religiosa con su soterrada visión crítica de la industria, apoyado en unos diá-logos cínicos, inteligentes y por momentos brillantes. Presentado el exterior de Hughes, en la segunda parte de metraje analiza ade-más su interior, sumiendo al espectador en sus subidas y bajadas, y creando (con la complicidad de un meritorio Leonardo DiCaprio) un seductor, cautivador y brillante juguete roto, preparado para ha-cer frente a cualquier limitación exterior, pero incapaz de superar sus monstruos internos más allá de la atormentada y desequilibra-da convivencia con ellos, que le sume en una total y lastimosa so-ledad. Arropando a DiCaprio, un reparto de lujo (sobre el papel y en su aprovechamiento) en el que destacan, sobre todo, el siempre fantástico Alan Alda, y una Cate Blanchett que sale airosa del complicadísimo reto de recrear a la mismísima Katharine Hepburn, además de un renacido Alec Baldwin, que tras “The cooler” pa-rece cómodo y entonado en papeles oscuros.
Cruza Scorsese para crear su Howard Hughes al “Ciudadano Ka-ne” de Orson Welles con aspectos de filmes como “Una mente ma-ravillosa” de Ron Howard, con un tono más romántico-lúdico que el primero y con menos efectismo que el segundo, persiguiendo la pa-radoja del ídolo vulnerable que también buscaba recientemente el “Alejandro Magno” de Oliver Stone, si bien “El aviador” lo hace con menos excesos y más acierto, de la mano de una impecable ca-ligrafía fílmica que hace superables posibles carencias: la ausencia de riesgo en la apuesta, la falta de una mayor pro-fundización en las obsesiones de Hughes y la omisión de al-gunos detalles de su vida menos glamourosos, como su rumo-reada bisexualidad o los sombríos encargos que según la leyenda negra hollywoodiense cumplía para él Humphrey Bogart (conseguir-le chaperos, llevar a Jean Harlow embarazada del magnate a abor-tar a una clínica....).
Tal vez este año Scorsese, emulando a Hughes, consiga hacer volar su hidroavión Hércules particular y se lleve para casa el eunu-co dorado que la industria tanto le debe. De momento, en los Glo-bos de Oro se le ha adelantado con “Million dollar baby” el mismísi-mo Clint Eastwood, también ninguneado cuando le arrebataron la estatuilla a su extraordinaria “Mystic river” para dársela a Peter Jackson por “El retorno del rey”. Demasiadas deudas pendientes. Demasiados entuertos que deshacer. Como diría un comentarista futbolístico, ”Hollywood es así”.

1 comentario:

Unknown dijo...

Es cierto lo que dices sobre las tonalidades y colores en El Aviador, sí recuerdan mucho a las películas de antes, yo la vi en hbo online y me pareció eso muy interesante, la ausencia de verdes al inicio y como que tonos muy rosas de repente, es muy buena película.