23 julio 2005

Un día en el centro

El País20 Junio 2005 Edición Madrid
Moncho Alpuente

"Esto es mejor que ir al campo, o a un museo", así definía en estas páginas, Elisa, una niña de 12 años de un colegio de Leganés su visita, guiada y tutelada, a un centro comercial. Se acabaron las tediosas excursiones campestres y las plúmbeas jornadas museísticas, nada como un centro comercial para gozar y aprender de la vida, los museos están muertos y el campo en Madrid tampoco goza de muy buena salud. Además, en el centro comercial, "ni llueve, ni hace frío, ni calor", dice una compañera para completar el idílico panorama. "¿Dónde se está mejor que aquí?" Se pregunta la grey escolar y la profesora a cargo del grupo, se explica con las reporteras: "También hacemos otras cosas".
Sí, pero seguro que no son tan divertidas, ni tan motivadoras como un día de clase en las aulas y en los patios del centro comercial. Una experiencia relajante también para los educadores que ni siquiera tienen que dar explicaciones sobre el funcionamiento, o la utilidad de las instalaciones, sus alumnas y alumnos son auténticos expertos en la materia y se conocen al dedillo las franquicias de ropa y calzado de marca, las carteleras de los multicines y las cartas de todos los establecimientos de comida rápida, conocen precios y detectan ofertas, no es la primera vez que visitan estos paraísos de fin de semana, donde el ocio y el negocio conviven en simbiosis y armonía, cobijados bajo lujosas cúpulas, iluminados por neones de colores, vigilados por guardianes uniformados, falsos palacios, naves inmensas, galerías donde se cultiva el antiquísimo juego de la compra y la venta, sin mancharse las manos, con pequeños rectángulos de plástico.
La felicidad de niños y adolescentes sería completa si ellos dispusieran también de tarjetas de crédito como los mayores para jugar, pero hasta que llegue ese momento dorado, ese rito de iniciación a la edad adulta, se entrenan con pizzas, hamburguesas y refrescos y hacen cálculos de futuras inversiones o preparan la ofensiva del siguiente fin de semana cuando visiten, esta vez en familia, el país de las maravillas. Para que las excursiones escolares a este tipo de establecimientos adquieran una dimensión pedagógica, los profesores deberían acompañar el recorrido con algunas explicaciones, unas cifras como las que daba este periódico: Madrid tiene más centros comerciales que Andalucía y Cataluña juntas que ocupan una superficie de dos millones de metros cuadrados, en el último año se inauguraron cuatro y cerraron 730 pequeños comercios. A estas alturas del pregón la desbandada escolar ya se habría producido.
La "cultura del mall", surgió en las comunidades rurales de Estados Unidos, para cubrir las necesidades de urbanizaciones y poblaciones más o menos aisladas, alejadas de las grandes ciudades y de los grandes comercios, enormes y relucientes burbujas en el desierto, globalizadas por las grandes cadenas, los logos y las franquicias, paraíso de paletos sobre ruedas y de adolescentes bulliciosos. El modelo, exportado y promocionado por la gran maquinaria de la industria del espectáculo, ha hecho furor en Madrid capital y comunidad. El shopping es el deporte más practicado por los madrileños los fines de semana y comienzan a llegar esforzados deportistas de provincias colindantes, un deporte de alto riesgo en el que cuesta mucho mantenerse en la élite, sobre todo a fin de mes. Los atletas urbanos empiezan a gastar energía nada más salir de casa en el automóvil, pagan el peaje del aparcamiento y compiten hasta quedar exhaustos con periódicas paradas en los controles de avituallamiento, antes de elegir entre la media docena de ofertas cinematográficas de genuino sabor americano, como las pizzas y los burritos y los rollitos de primavera. Comprar es divertido, eso se llama hacer de la necesidad virtud, tiene que ser divertido porque a veces sólo se tiene tiempo para comprar en las horas del fin de semana, presuntamente dedicadas al ocio. Comprar es divertido, porque tengo que comprar y divertirme al tiempo.
Tras una de estas visitas pedagógicas a los centros comerciales, los profesores deberían tal vez proponer al alumnado como tema de redacción, "Un día en el centro", creo que les sería de utilidad, a los maestros por supuesto, ellas y ellos ya saben de qué va el asunto y les encanta.

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