12 septiembre 2005

La última peli: El otro lado de la cama

Dirección: Emilio Martínez-Lázaro.
Año: 2002.
País: España.
Duración: 114 min.
Interpretación: Ernesto Alterio (Javier), Paz Vega (Sonia), Guillermo Toledo (Pedro), Natalia Verbeke (Paula), Alberto San Juan (Rafa), María Esteve (Pilar), Ramón Barea (Sagaz), Nathalie Poza (Lucía), Secun de la Rosa (Carlos), Carol Salvador (Victoria), Blanca Marsillach (Mónica), Geli Albaladejo (profesora).
Guión: David Serrano.
Producción: Tomás Cimadevilla y José Sáinz De Vicuña.
Música: Roque Baños.
Fotografía: Juan Molina.
Montaje: Ángel Hernández-Zoido.
Dirección artística: Julio Torrecilla.
Vestuario: Inma García.
Coreografía: Pedro Berdäyes.
Estreno en España: 5 Julio 2002.


Cuando en 1999 Nicolás Muñoz conseguía sor-prender con una comedia pequeña pero plena de frescura e inteligencia como "Rewind", afirmaba en una entrevista que la vía fundamental para con-seguir esa frescura y naturalidad había sido para-dójicamente la de multiplicar los ensayos macha-cones y minuciosos hasta tener todo atado y bien atado. Esas palabras de Muñoz me volvieron a la mente una y otra vez viendo "El otro lado de la cama", y es que creo que la definición más adecuada para el nuevo trabajo de Emilio Martínez-Lázaro es que se toma muy en serio el no tomarse en serio. Tras sumergirse de lleno en el thriller con "La voz de su amo", el director de "Carreteras secundarias" vuelve al registro de comedia que ya demostrara dominar en cintas como "Amo tu cama rica" o "Los peores años de nuestra vida", pero asume nuevos riesgos dando un salto mortal que le lleva a adentrarse en el terreno del musical firmando un producto modesto, ligero y desenfadado en su fondo pero concienzudo y medido en sus formas, aplicando a rajatabla aquello de que "hacer reír es algo muy serio".

El arranque de "El otro lado de la cama" resulta algo dubitativo, el punto de partida del guión firmado por David Serrano se muestra algo encorsetado en esquemas tópicos y algunas frases forzadas, y le cuesta coger ritmo y fuerza. Sin embargo, a la vez, es capaz en ese inicio de ir sembrando paciente e inteligentemente semillas de cotidianeidad que van dando su fruto a lo largo de la proyección, dando pie a líneas argumentales y gags recurrentes pero que no pierden su frescura, sino que van ganando consistencia e hila-ridad a través de la sonrisa cómplice hasta abrir paso a la carcajada. El texto no inventa nada ni pretende hacerlo, puesto que no va ni intenta ir más allá del puro divertimento a través de la caricatura de hombres y mujeres y de las relaciones de pareja y amistad, sin grandes pretensiones ni dobleces super-fluos, de forma que no promete nada que después no vaya a cumplir, sino que al contrario va de menos a más apoyado en una enorme eficacia humorística, visual e interpretativa, y se muestra perfectamente medido de forma que sus casi dos horas transcurran con gracia y fluidez.

Martínez-Lázaro maneja cámara e historia de forma sabia para centrar el protagonismo en sus actores y actrices, un reparto en estado de gracia al que sabe exprimir hasta la últi-ma gota de comicidad. Guillermo Toledo, con-sagrado al gran público por la serie televisiva "7 vidas", se confirma como uno de los mejores ac-tores cómicos de este país; Ernesto Alterio vuelve a mostrarse tan solvente a la hora de hacer reír como ya hiciera en otras ocasiones ("Los años bárbaros", "Insomnio"); Paz Vega ("Lucía y el sexo") y Natalia Verbeke ("Nadie conoce a nadie","El hijo de la novia"), en su rol de actrices de moda en el último año, se muestran también eficaces, y Antonio San Juan ("Zapping"), Ramón Barea ("En la puta calle") y María Esteve ("El arte de morir") cumplen a la perfección a pesar de lo breve de sus papeles secundarios, contribuyendo a dar solidez al filme.

Y en mitad de todo ello, la música. No hace falta recordar lo inédito de la ini-ciativa de rodar una comedia musical en nuestro cine reciente, lo cual da ma-yor valor a la apuesta, y el oficio mostrado, partiendo de un acertadísimo enfo-que de humildad y sencillez, huyendo premeditadamente de cualquier grandilo-cuencia, y poniendo música, canciones y coreografías al servicio de la historia y sus personajes, me hacen sentir que el resultado es claramente positivo y el director sale airoso del reto. La naturalidad del guión, la buena elección y ubi-cación de las canciones siguiendo la línea argumental (temas POP de los 80 y 90 de artistas como Kiko Veneno, Tequila o Los Rodríguez) y el lujo de contar con un profesional tan cualificado como Roque Baños hacen que la música fluya con facilidad, de forma que lejos de resultar un obstáculo para la historia se convierten en un instrumento más al servicio de la misma. Ninguno de los intérpretes son cantantes, y resulta evidente, pero la cinta supera ese obstáculo poniendo el énfasis no en que canten, sino en que interpre-ten, actúen, reciten, expresen... acompañados de coreografías sencillas y divertidas (Pedro Berdayes, el coreógrafo, explicaba que "son totalmente contemporáneas, el movimiento sale del actor y se apoya en su entorno") aportando incluso matices a la comedia y los personajes, y transmitiendo una sensación de diversión que se contagia al patio de butacas y contribuyen a crear una complicidad que termina de hacer funcionar el producto final como un todo.

Ojalá hubiera más gente dispuesta simplemente a hacer cosas distintas en nuestro país, a asumir riesgos, a echarle ganas, a divertirse haciendo las cosas bien y sin pretensiones, a experimentar imitando los aspectos buenos de otras pantallas y no las miserias del peor Hollywood. A hacer una película digna y divertida capaz de conseguir el pequeño milagro de que nuestro cine nos sor-prenda a la vez que nos hace reír. La primera sorpresa con sonrisa del año nos la dieron utilizando esquemas más convencionales aunque igualmente frescos Inés París y Daniela Fejerman con "A mi madre le gustan las mujeres". La segunda, dando una vuelta de tuerca más, nos la da "El otro lado de la cama". Bien por Martínez-Lázaro.

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