Por Ignacio Rodrigo
Como en el Servicio Militar, cada cosa, cada servicio, cada persona deja de llamarse por su nombre para rebautizarse con un número. Son grupos de cifras con un significado preciso y elocuente para el manipulador avezado. Nuestros Documentos de Identidad, las tarjetas de la Seguridad Social, el dinero de plástico y hasta los recibos del teléfono saben más de nosotros de lo que pensamos. En ocasiones, es útil valorar qué fuente de información se esconde en nuestra cartera. O de qué podemos enterarnos fijándonos con detalle en la etiqueta de muchos productos.
Código de barras.
Casi todas las cosas que hoy compramos en las tiendas llevan en una esquina un código de barras, cerrado con un número. No es casual. Si un artículo tiene el 84 10300 10075 7, podemos saber que es un producto hecho en España, elaborado por la empresa Gallina Blanca S.A. y que se trata de una sopa de sobre, en su versión instantánea.
Los números de un código de barras, o código EAN, son distribuidos y sistematizados por la empresa barcelonesa AECOC, que maneja referencias de 12.000 clientes. Los datos de los productos de estas empresas saltan a la vista: tomemos el ejemplo del número citado, el 84 10300 10075 7. Los dos primeros dígitos identifican el país de producción y comercialización, siendo 84 el número dado a España. Los cinco siguientes 10300 forman el nombre de la empresa, su razón social los concede AECOC aleatoriamente. Los cinco números siguientes 10075 corresponden al producto concreto. En este caso, un paquete individual de sopa instantánea con sabor a champiñones, que tiene un precio y una fecha de fabricación determinados, entre otros datos. El último dígito, el 7, se obtiene a través de una operación matemática y sirve para garantizar la lectura correcta de todo el código a través de un escáner.
Hay otros códigos de barras con más de 13 dígitos y que no son administrados por AECOC ni están en la norma EAN. Son habituales en los recibos telefónicos, bancarios y en muchas comunicaciones oficiales.
Seguridad Social.
Una función análoga tiene el puzzle de letras y números de la tarjeta de asistencia de la Seguridad Social. Hasta cuatro grupos de cifras tiene la popular tarjeta azul. En el primero de ellos se contiene un número personal y la ciudad de residencia del beneficiario. El segundo va encabezado por cuatro letras, escogidas entre las que componen los dos apellidos. Siguen datos como la fecha de nacimiento, el sexo y vuelve a aparecer el lugar de residencia y un dígito que evita duplicidades con personas que tengan apellidos o referencias análogas. El tercer grupo aparece debajo de los dos anteriores. Es nuestro número de la Seguridad Social, que nos acompaña hasta el final de nuestra vida, pase lo que pase en la vida profesional. Los primeros dígitos identifican la provincia; siguen guarismos de control interno y termina en la letra T o B, según se sea Titular o Beneficiario de la tarjeta. El cuarto, sólo para mayores de 16 años, es el DNI.
El DNI.
La Dirección General de la Policía (D.G.P.) administra los Documentos de Identidad. Sus números no tienen una significación especial, porque se dan correlativamente a cada uno de sus titulares, a medida que llegan a la edad de 16 años. Desde 1995, el DNI incorpora una letra para componer el Número de Identificación Fiscal (NIF). En el departamento de Prensa de la D.G.P. se asegura que es meramente identificativa y se consigue sumando los números del DNI en determinado orden. Hace innecesaria la tarjeta azul del NIF que en su momento se repartió. Cuando se instauró el uso de la letra, se especuló con la posibilidad de que ésta se pudiera deducir de los números del DNI. Fuentes oficiales son taxativas sobre la manifiesta dificultad de que esto se pudiera producir. Este mismo departamento tranquiliza al resto de la población: no hay ni un solo número en circulación que perteneciera a un fallecido. «No ha habido necesidad de utilizarlos», aseguran.
Sin embargo, son muchos los casos de personas que de repente se han encontrado con la desagradable sorpresa de que su DNI lleva el mismo número y la misma letra que otra persona. Gloria Vega, de Madrid, denunciaba esta misma semana en una carta publicada por EL MUNDO la duplicación de su DNI por un error administrativo.
Papel moneda.
Los billetes de banco requieren capítulo aparte. En la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre (FNMT) se le pone número a todo, por si las moscas. El motivo: se hacen al año 400 millones de billetes de banco de cada valor y cada uno de ellos debe ser único. Su número de serie tiene siete cifras básicas que se adjudican por orden de salida de máquinas y empiezan en el 0000001. A esta cifra básica se van añadiendo, por delante o por detrás, letras del abecedario, con lo que se multiplica el número de posibilidades de ponerle nombre a los billetes.
Además, hasta ahora cumple perfectamente su cometido de revelar el momento en el que el papel moneda salió de la imprenta, quién lo manipuló, cuándo se numeró, cuándo se entregó al Banco de España y por dónde se distribuyeron los billetes.
La FNMT se reserva el guarismo 9A antes de los números de serie de algunos billetes: son los que han sido destruidos en el proceso de elaboración por salir defectuosos. Un ciudadano puede, no obstante, hacerse con uno de estos billetes, o conseguir otro que tenga en su número de serie alguna gracia especial: por ejemplo, la fecha de su cumpleaños. A este efecto existen incluso abonados a un número en concreto, administrado por el Banco de España. Sólo hay que dar el contravalor del billete en dinero español, y ya puede usted tener su propio billete de la suerte.
Tarjetas.
El dinero de plástico tiene sus propios procedimientos, pero siguen utilizando las matemáticas como recurso. Las tarjetas de crédito internacionales incluyen al principio códigos numéricos para identificar el país y los datos básicos del titular, según informan fuentes de la Sociedad Española de Medios de Pago. Al final, suelen tener otros dígitos de información sobre la tarjeta, como su fecha de caducidad o las incidencias que haya tenido, tales como robos o pérdidas. Una información análoga puede encontrarse en el resto de las tarjetas, como las de fidelización o en las de pertenencia a un club.
Loterías.
Por su parte, la Fábrica de Moneda lleva su furibundia algebráica también a los billetes de Lotería. El largo número que aparece al pie de cada recibo se compone de veinte dígitos e identifica el sorteo, el año, la serie, la fracción y contiene además un código encriptado para el control interno del Organismo de Apuestas. Así, cuando llevamos un billete premiado a una administración, se le somete a una lectura a través de un sistema informatizado que lo registra automáticamente y determina en el momento la categoría del premio.
Impuestos.
Los números se convierten a veces en elementos de control fiscal. Las botellas de licor o los paquetes de tabaco tienen un precinto que garantiza el pago de los impuestos correspondientes. No lo tienen aquellos productos vendidos de manera fraudulenta. Estos precintos, también realizados por la FNMT, tienen sus propios dígitos de control individualizados, paquete de tabaco a paquete de tabaco. Y, por si los imitadores, también tienen reproducidos los números de serie a miniescala, sólo visible con lupa, según confiesa José Luis Calvete, director de Timbres de esta Institución. Todo sea para evitar el negocio sobre lanchas rápidas que ha inundado algunas costas. Y es que estos señores le ponen cifra a todo: también van coronados por un guarismo los documentos notariales, los contratos de compra-venta o arrendamiento, los certificados de pagos al Estado papeles todos que quedan identificados e individualizados para siempre a todos los efectos.
Teléfonos.
Los usuarios del teléfono son un caso claro de ciudadanos más conocidos por una cifra que por su nombre. Una consulta a la oficina telefónica de turno requiere la autoidentificación a través del número de abonado. Éste es concedido por la central correspondiente, teniendo en cuenta que las ciudades grandes pueden tener más de una. En general, las provincias con más de medio millón de clientes tienen un prefijo con dos cifras. Lo tienen de tres las zonas con menos abonados y a veces las dos primeras cifras pueden ser compartidas entre varias provincias, reservándose la tercera para su propio código provincial.
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