¡BUEN VIAJE, EXCELENCIA! | |
Dirección y guión: Albert Boadella. País: España. Año: 2003. Interpretación: Ramón Fontserè (Franco), Minnie Marx (Dra. Müller), Pilar Sáenz (Doña Carmen), Xavier Boada (Marqués), Jesús Agelet (Pacón), Lluis Elías (Dr. Vicente), María Teresa Berganza (Carmencita), Juan Viadas (Padre Bulart), Saturnino García, Luis Cuenca. Producción: Andrés Vicente Gómez. Música: Ángel Illarramendi. Fotografía: José Luis López Linares. Montaje: Alejandro Lázaro. Dirección artística: Félix Murcia. Vestuario: Macarena Soto. Estreno en España: 10 Octubre 2003. | |
SINOPSIS Franco (Ramón Fontserè) pasa sus últimos días en el Palacio de El Pardo, entre delirios del pasado, y rodeado de su familia y su fiel séquito militar. Éstos, desesperados por el de-licado estado de salud del Caudillo, deciden recurrir a la medicina alternativa de la Doctora Müller (Minnie Marx): una moderna mujer alemana que, ante el asombro de todos, termi-nará convirtiéndose en la mano derecha del Generalísimo. |
CÓMO SE HIZO "¡BUEN VIAJE, EXCELENCIA!"
Declaraciones del director Albert Boadella
© 2003 Hispano Foxfilm
«Han pasado 27 años de la muerte de Franco, y casi los mismos, desde la agonía y extinción de un régimen, cuya última etapa, solo se sostenía alrededor de su presencia, en el sentido más literal del término.
La distancia que nos separa hoy de dicha extinción, facilita a la generación que sufrimos de lleno la falta de libertades públicas, una mirada menos vehemente sobre aquel oscuro pasado. Pero no debemos olvidar que también fuimos esta misma generación la que se reveló incapaz de plantear una actitud lo suficientemente enérgica y eficaz como para precipitar el final del totalitarismo.
El dictador se tomó todo su tiempo para extinguirse, y posiblemente este complejo haya gravitado sobre nuestra generación de manera persistente. La forma de paliar tal frustración, se materializa a menudo con una curiosa dualidad; por un lado, una cierta desmesura en la descripción del grado de perversidad del dictador y su régimen, y del otro, la creación de una leyenda según la cual fue nuestra generación quien decidió el final del franquismo.
La película se centra esencialmente sobre estos conceptos, aunque tratados con la ironía y el humor que nos induce la lejanía de los hechos. Para ello, presentamos un retrato de Franco centrado en los dos últimos años de su vida. Un episodio en el que nos encontramos ante un poder ejercido por un enfermo y senil dictador, cuyo entorno más próximo, no tiene más objetivo que mantenerlo en vida a toda costa a fin de asegurarse su propia supervivencia. Han pasado los tiempos de la cruz y la espada y ahora sólo se trata de sobrevivir, aprovechando, como en la leyenda, un Cid que cabalga medio muerto, pero que sigue atemorizando a sus adversarios debido a la feroz mitología del pasado.
Los gestos autoritarios son ya un puro automatismo que los adversarios se esfuerzan en presentar como testimonio de una sofisticada perversidad, para no tener que reconocer una indiscutible realidad; la de un poder decrépito y un régimen descompuesto que sólo se mantiene bajo el síndrome de Estocolmo de todo un pueblo.
El interior de El Pardo con sus sórdidos personajes, sirve para crear situaciones delirantes como consecuencia de un entorno temeroso y servil. En este sentido, la película cabalga entre la auténtica realidad, apoyada por una mayoría de hechos comprobados, y determinadas situaciones que bien pudieran haber acontecido en semejantes circunstancias.
En definitiva, se trata de una historia que huye de cualquier impulso revanchista o del simple divertimento. La película pretende aportar una reflexión, no solo específicamente sobre la sombra de un caudillo degradado, sino también sobre la miseria mental y la ridiculez que entraña la decadencia del poder absoluto. En este caso, el humor no es obstáculo para la reflexión, sino todo lo contrario; contribuye a facilitar una visión distanciada y quizá didáctica de la historia.»
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