28 febrero 2006

La última peli: Senderos de gloria

Director: Stanley Kubrick Guión: Stanley Kubrick, Calder Willingham y Jim Thompson, sobre la novela de Humphrey Cobb Fotografía: George Krause Montaje: Eva Kroll Intérpretes: Kirk Douglas, Ralph Meeker, Adolphe Menjou, Wayne Morris, Joe Turkel, Jerry Hausner, Emile Meyer, George Macready, Richard Anderson, Bert Freed, Kem Dibbs, Timothy Carey


18 - Julio - 2005

Senderos de gloria (Paths of Glory, Stanley Kubrick, 1957): Cuarta película de Kubrick y segunda obra maestra consecutiva, tras la sensacional Atraco perfecto (The Killing, 1956). A partir de aquí vendrían 9 películas fallidas, con momentos extraordinarios pero ninguna de ellas tan redonda como estas dos (ambas escritas en colaboración con el novelista Jim Thompson), hasta su muerte en 1999. Senderos de gloria es un alegato pacifista, similar a aquella Rey y patria (King and Country, Joseph Losey, 1964): crítica brutal hacia la jerarquía del ejército y hacia la guerra en general, Kubrick propone como acontecimiento inductivo el amañado juicio militar contra varios soldados acusados de desertar en medio de una batalla, cuando en realidad las órdenes del general para atacar eran irrealizables. Algunos buscan la ambición personal sin importarles lo que les ocurra al resto, y otros sólo quieren sobrevivir en el caos de las trincheras durante la Primera Guerra Mundial (los travellings frontales en esos agujeros han sido utilizados no pocas veces por otros cineastas posteriores).
Dramática interpretación de Kirk Douglas (álter ego del realizador) y de los tres soldados condenados a ser fusilados, Senderos de gloria está más viva que nunca 50 años después (memorable la secuencia de la agresión al sacerdote o la última, con la actriz que se convertiría en esposa del realizador, Suzanne Christianne, cantando en alemán para los soldados supervivientes).

La última peli: La Naranja mecánica

La naranja mecanica (1971) de Stanley Kubrick

LA NARANJA MECANICA (1971)

Director: Stanley Kubrick
Intérpretes: Malcolm McDowell, Patrick McGee, Michael Bates, Warren Clark.

Alex DeLarge (Malcolm McDowell) y sus amigos se divierten en Londres cometiendo todo tipo de fechorías: apalear a un viejo mendigo, violaciones, irrupciones violentas en hogares ajenos.
Una noche y tras una de sus "hazañas" Alex es detenido, encarcelado y sometido a una nueva terapia que eliminará su sed de violencia.



Adaptación de la obra de Anthony Burgess realizada por Stanley Kubrick, un gran y polémico autor con auténticas obras maestras ("Atraco perfecto" o "Senderos de gloria") y otros títulos recargados y excesivos en sus temáticas y/o peroratas, que no ocultan una enfática capacidad sensorial y una hechicera provocación intelectual.

En "La naranja mecánica" Kubrick diatriba sobre un pesimista futuro avasallado por la violencia y el desarrollo de la misma en una sociedad tramoyista, con sus habituales elementos vehementes, sexuales y humorísticos y desde un postulado incisivo y satírico, un esmero en sus aspectos musicales y una cuidada estética repleta de atractivos decorados y sugestivos posicionamientos ópticos.

El film, que presenta una explícita muestra de violencia a lo largo de su extenso metraje, desplegada desde un sentido crítico y profético, puede sugestionar una mimética respuesta de atracción hacia la misma, debido al encomio visual de sus abominables actos, lo que avivaría un comportamiento contrario a lo que se pretende, que es exponer el posicionamiento independiente y el libre albedrío del ser humano.

Al margen de ello, la película está moldeada casi como un cómic en la construcción de sus personajes y situaciones y en el usual empleo del humor, que contrasta con la descripción y desarrollo de esas detestables situaciones de barbarie, puestas en imágenes de forma brutal, una brutalidad clave en este fascinante recorrido sobre una mente convulsionada por el placer de la maldad, gestada por el torticero sistema que le envuelve, el cual no deja de resultar tan violento como su degenerado objetivo.


En este film vemos muchas cosas novedosas, cosas que en la época pocas veces se habian mostrado, vemos violencia, sexo, y un tercer elemento que hace a la pelicula muy interesante, su música, música que hacía ver desde otro punto de vista la película, la música involucra al espectador dentro del film y lo hacía estremecerse.
Tambien encontramos un sentido del humor macabro que es o más bien era característico de Stanley Kubrick.

La pelicula en sí es una joya, el guión esta aceptablemente adaptado a la novela de Anthony Burgess,y si a eso la agregamos una excelente actuacion del actor Malcon McDowell, la película llega a su punto máximo.
Quizás el éxito de la pelicula radica en la excelente acutación del elenco de intérpretes, cómo olvidar la mente perversa que nos hacia ver Alex Delarge, cómo olvidarnos de las caras sicopáticas de los amigos de éste, aquí la actuación juega un papel importante, quizás el film no hubiera tenido todo el éxito que tuvo si la gente no se sentía satisfecha con la actuaciónn, hemos visto fracasar a peliculas con los mejores guiones por el factor de malas actuaciones, y hemos visto triunfar a peliculas con guiones bastantes mas sencillos por inolvidables actuaciones,como fue el caso de Jack Nicholson con "El resplandor".

Aunque la pelicula en su tiempo tuvo muchos problemas en Inglaterra, por culpa de muchos adolecentes que se habian inspirado en "La Naranja Mecánica" para cometer crimenes, la película pasó a ser un exito mundial,y actualmente sigue vigente por su excelente trama y la interesante actuación de sus intérpretes, una verdadera joya, que seguirá quedando para la prosperidad.

Felipe Pezoa Contreras


Film altamente cargado de dosis de humor malsano, sexo y depravacion, o como nuestro protagonista Alex Delarge (Malcom MacDowell) nos expone: violacion, ultra-violencia y Beethoven.

Autentica obra maestra del genial Stanley Kubrick rompiendo el molde de los generos una vez mas y tratando de enfocarse en la problematica social, el vandalismo, sadismo, depravacion, lujuria, y todo esto se torna hilarante. esplendida narrativa de un Kubrick a quien lo acostumbramos a notar frio, sereno y pausado en sus tomas, esplendida actuacion de Malcom MacDowell y es notable tambien la estetica del film, muy original y creativa en una epoca de cambios culturales y desdibujamiento de barreras sociales, sexuales y religiosas que se ven reflejados a lo largo de la cinta. sin duda una pelicula que todos deben ver.

Pierluigi Puccini


Nos encontramos ante una de las más impactantes y escandalizadoras películas de todos los tiempos a manos del genial Stanley Kubrick (se le puede llamar un escandalizador por el impacto de todas sus películas). Es una adaptación de la novela de Anthony Burguess.

El título de la película resulta engañoso puesto que “orange” no se refiere a “naranja”, no es una palabra inglesa. Es original del libro de Burguess y significa: persona. Con lo cual el significado del título sería: “La persona mecánica”. El film es una mezcla de humor y violencia con toques de sexo que fue alabada por la crítica y público y que desafortunadamente ocasionó diferentes incidentes. Decenas de noticias sobre violaciones, agresiones etc. que imitaban lo visto en el film aparecieron pocas semanas despues del estreno.

El argumento gira entorno a la vida de Alex un joven que tiene como aficiones, la violencia, el sexo y la música de Ludwing Van Beethoven. En una de sus fechorías es traicionado por sus amigos y es encarcelado. Su única forma de salir antes del plazo establecido es someterse a un experimento, el experimento Ludovico.

A través de unas impactantes imágenes, que nos serán difícil olvidar, Kubrick nos involucra en la vida de Alex.
Desde el primer fotograma de la película hasta el último quedarás sumido en el estilo de ésta (hay que decir que se convirtió en un icono pop).
La música: magistralmente adaptada; la mayor parte de ésta es clásica, del divino Bethoveen, aunque tambien podremos encontrar piezas como el mítico tema de “Cantando bajo la lluvia” -Singin' in the Rain- con otra adaptación que te resultará al igual innolvidable. El dilema tratado sobre la problemática del bien y el mal en una persona y la solución que se le debe dar, acaba con la moral y ética de nuestro querido protagonista convirtiéndose en una herramienta social al uso y abuso de cualquiera. Pero todo esto está tratado con humor y con un estilo único.

Decir que estuvo nominada a cuatro Oscar y que desgraciadamente no consiguió llevarse nada, que hay decenas de películas, series, programas y un largo etc. con relaciones, alabanzas, parodias a este film y que doy por hecho que recordareis u os dareis cuenta.
Si todavía no habeis visto la película, buscadla puesto que ya estais preparados para admirar una de las grandes obras de Kubrick y del cine.

21 febrero 2006

La última peli: Kamchatka

KAMCHATKA


cartel
Ampliar cartel
Dirección: Marcelo Piñeyro.
País:
Argentina.
Año: 2002.
Duración: 105 min.
Interpretación: Ricardo Darín (Papá), Cecilia Roth (Mamá), Héctor Alterio (Abuelo), Fernanda Mistral (Abuela), Tomás Fonzi (Lucas), Mónica Scapparone (Mamá Bertuccio), Matías Del Pozo (Harry), Milton De La Canal (El enano), Nicolás Cantafio (Bertuccio), Leticia Brédice (Maestra), Juan Carrasco (Cura).
Guión: Marcelo Piñeyro y Marcelo Figueras.
Producción: Francisco Ramos, Pablo Bossi y Óscar Kramer
Música: Bingen Mendizábal.
Fotografía:
Alfredo Mayo.
Montaje: Juan Carlos Macías.
Dirección artística: Jorge Ferrari y Juan Mario Roust
Vestuario: Ana Markarián.
Estreno en España: 29 Noviembre 2002.

SINOPSIS

Harry es un niño como cualquier otro. Tiene 10 años, va a la escuela, le gustan los juegos de mesa y mirar la televisión. Su padre es abogado, su madre trabaja en la universidad y su hermano menor, el Enano, es socio obligado de sus tropelías. Lo que no es normal es el mundo en que vive. En 1976, la Argentina ha caído en manos de una dictadura militar. Miles de ciudadanos son perseguidos y secuestrados. En la mayoría de los casos, el único crimen del que podría acusárseles es el de oponerse vocalmente a un régimen semejante. Ese es el caso de los padres de Harry, sabiéndose buscados, deciden esconderse. Sacan a los niños de la escuela, abandonan su casa y se ocultan en una finca de las afueras de la ciudad. Imaginan que el tiempo hará su parte, suavizando la situación. Harry y el Enano no están muy felices con su nueva circunstancia. Les duele haber sido apartados de sus amigos, de sus escuelas, de sus juguetes, de su vida cotidiana. Poco a poco comenzarán a apreciar las ventajas de su peculiar situación. El tiempo libre para explorar los confines de la finca. La oportunidad de conocer gente excitante y misteriosa, como Lucas, el adolescente a quien sus padres dan temporalmente asilo -Lucas también está en fuga-, y de quien recelarán primero para después convertirlo en su mejor aliado. Y la necesidad de adoptar nuevas personalidades, como los héroes de sus historietas favoritas; Harry, que no se llama Harry, elige ese nombre en homenaje a su ídolo, Houdini, el Rey de los Escapistas. Pero el tiempo no obrará a favor. La persecución llegará hasta ellos, mordiendo sus talones. Acorralados, sus padres decidirán dejarlos con los abuelos para apartarlos de la línea de fuego. Y a la hora de despedirse, antes de subirse al destartalado automóvil en que emprenderán la fuga final, papá y mamá dejarán en manos de Harry su juego de mesa favorito, el T.E.G., sabiendo al hacerlo que le dejan mucho más que un pasatiempo. Entre las reglas del T.E.G. hay escondido un secreto que sólo Harry sabrá, y que le ayudará a resistir hasta que finalmente salga el sol sobre ese país de invierno.


HOUDINI NO VOLVIO

La memoria es un truco de magia fallido, tramposo, hiriente; una foto desenfocada, errada y errante, que no encuadra la nitidez del momento reclamado; la funesta conciliación de una nana cantada a los pies de una tumba; una carretera lejana por la que circulan inalcanzables imágenes en fuga encarriladas al precipicio de un río sin retorno. Del adiós definitivo, de la despedida intuidamente final, de las premoniciones sin respuesta, de los días de vino y rosa precipitados en endrino sinsabor, de epitafios íntimos irresolubles reverberados en perennes cicatrices, de todo esto, y de, a pesar de todo, la vida empeñada en combatir, en resistirse a sus propias miserias nos habla Marcelo Piñeyro en esta grandísima película que es la presente producción argentina titulada Kamchatka.

Nada es lo que parece, cuando todo lo que parece pueden ser muchas cosas, todas esas que puede alcanzar a comprender un niño al que de la forma más abrupta posible el universo de su cotidianeidad le es arrebatado de forma fulminante. Nos hallamos en los inciertos días que siguieron al golpe de estado argentino de 1976, y un joven matrimonio bonaerense corre a esconderse a un socorrido chalet situado en la periferia de la capital para evitar las macabras consecuencias de las nefastas detenciones decretadas por los militares recién instalados en el poder. Sobre todos los esfuerzos, sobre todas las argucias que los dos adultos van a emplear para sobrevivir e intentar permanecer unidos sin que los pequeños sean conscientes de los peligros que intuyen que los van a acechar se nutren los nobles vericuetos narrativos de este inolvidable ejercicio cinematográfico, que, al estar construido sobre el atrevido andamiaje que le reporta la elección del escrupuloso, frágil, y comprometido punto de vista del hijo mayor de la perseguida pareja, deviene en un asombrado testimonio piadosamente esclarecedor, en un maduro alumbramiento confesional que el protagonista se arranca de sus entrañas para ofrecérnoslo con emotiva austeridad, desde la contención, como si estuviera componiendo un himno triste que tuviera la vocación de un susurro vertido, requerido, escuchado con la intensidad de un aliento último.

Toda la película se alimenta del relato que el protagonista nos va haciendo de todos los hechos que acaecieron en aquellos días imborrables, de todos los sucesos que él pudo contemplar. La narración avanza según van surgiendo interrogantes, temores, misterios, que él, dada su edad, o bien no puede esclarecer algunas veces, o se niega a admitir otras. Piñeyro muestra un exquisito y bien calculado interés en no cruzar el límite que marca la experiencia cognitiva del niño, no vemos cosa alguna de la que el no sea testigo o inductor (la escapada del colegio), de ahí que el perfil que se va dibujando de los padres sea tan aparentemente esquemático, tan virtuoso y ejemplar. No hay más (ni menos) hondura en la visión de éstos, pues la voz que nos introduce en la historia no tiene interés en ello. Su esfuerzo se concentra en recordar todo lo que ambos hicieron, inventaron, y decidieron por su salvaguarda; en mostrárnoslos como admirables fuerzas motrices que reaccionaron con urgencia ante la nueva realidad que se disponía a romperlos, desintegrarlos, aniquilarlos: la película arranca precisamente con la madre sacándole del colegio, y continúa con el padre preparándolo a él y a su hermano para un eventual zafarrancho de combate. Nos los entrega, en definitiva, de la única manera posible que la breve historia de su vida juntos le ha podido componer: Kamchatka destila el silencio hondo, la luz profunda y rabiosa de un diario escondido, pudoroso, cruel, que es leído como un tributo, como un acto de justicia que permite entablar el postergado dialogo de un hombre con sus seres arrebatados.

Este largo y comedido viraje hacia el dolor, pese a lo que a primera vista pudiera parecer, no se queda en una mera y evocativa exposición autobiográfica. El director, aprovechando al máximo el fascinante e insólito guión, enriquece, eleva, cuestiona y fustiga la ingenua e insuficiente mirada de su protagonista. Una puesta en escena reveladora, desestabilizante, milimétricamente cohesionada ahonda, radicaliza y enturbia la limpia observación del niño dejando entrever los destellos lacerantes del auténtico drama que se está viviendo, de tal forma que los espacios, los objetos, las acciones que nutren el ominoso relato dan paso a un universo simbólico inquietador y horrorizante. El espectador, situado en la tribuna de la experiencia, conocedor de todos los macabros acontecimientos históricos que la película describe en sus albores, padece, sufre, es conmocionadamente interpelado, pues él sí sabe leer las entrelíneas escabrosas y vergonzantes de este triste episodio, sí puede rascar en la delicada seda del recuerdo infantil evidenciando las espinas, las sombras y las vilezas que la exigua capacidad de Harry no sabe desenmascarar.

Y así adquieren su nefasto sentido detalles tales como el abracadabra oculto en el juego de los dos niños, premonitoriamente colocado justo antes de que se produzca la apresurada e incomprendida salida del colegio. Remiten a la tortura los planos de la mano ensangrentada del padre, el de la paloma atrapada en la alambrada, la luz de la linterna impactando en el rostro del niño, los espasmos del sapo ahogado. Se masca el horror de la violenta represión, pese a que solamente aparezcan los militares ejecutando detenciones una sola vez, al principio, pero lo sentimos igualmente en la oscuridad que sorprende a Harry en el piso de Bertucho, en los vómitos de aquel por causa del retraso de los padres y en la desconfianza que le merece el hombre que lee el periódico frente a él dentro del tren, en los ensayos interrogadores a los que son sometidos los niños, y en los cristales rotos que crujen tras las pisadas de los miembros de la familia al volver a casa después de la primera huida. Todo está sancionado de transformarse en un reverso más oscuro y humillante, pues allí donde Harry sólo puede direccionar el trémulo e ignorante recurso de sus ojos menudos, nosotros vamos obteniendo la implacable y grumosa radiografía de un espanto: la turbia escena del truco de las manos atadas que Lucas le quiere enseñar a Harry es el paradigma del argumento aquí expuesto; ésta expele la misma angustia de una solitaria ejecución; el inofensivo juego infantil se torna en dañoso pasatiempo, cuando la cuerda utilizada para la escapista lección adquiere de repente el frío tacto de las esposas aplicadas sin compasión en las muñecas de un prisionero.

Piñeyro muestra el mismo pudor, la misma coherencia en los momentos donde brota la alegría y la emoción, y que patentizan el triunfo del dispositivo ocultatorio que los mayores han puesto en marcha. La felicidad de los dos niños no es escatimada y proporciona instantes tan estimulantes como la fiesta en la que todas acabando bailando al son de Carlos Mejía Godoy. El hermano pequeño funciona siempre como un descacharrante elemento cómico de primer grado (su borrachera, su fascinación por El Santo). Estallan de ironía las dos apariciones televisivas de la serie de LOS INVASORES: la primera se hace coincidir con la toma de poder por parte de los militares, y la segunda muestra con toda exactitud una detención. Y se enlazan con la tibieza de una lengua de espuma escuetos y profundos apuntes melodramáticos tan auténticos como la mano del abuelo superpuesta a la de su hijo (sabe que seguramente también será la última vez que lo vea), la escritura de su nombre en el libro de Houidini por parte de Harry, el llanto de la madre descubierto desde la ventana del jardín, la nocturna (no)despedida de Lucas, los planos del padre enjaulado en una cabina telefónica.

El cineasta español Víctor Erice se sacaba de la manga en El Sur uno de los encadenados más hermosos que el cine contemporáneo ha podido disfrutar: una cámara fija situada en el medio de una estrecha carretera recoge la salida en bici de una niña dispuesta a dar un paseo en bicicleta. La niña se aleja lentamente y un fundido en negro nos transmite limpiamente, sin más recursos, un apreciable salto temporal que queda clarificado cuando advertimos que la persona que regresa montada en la bicicleta anteriormente despedida es una adolescente para nosotros desconocida, pero que identificamos con rapidez como la niña protagonista de toda la primera parte de la película, sólo que mucho más mayor. Piñeyro utiliza un plano muy semejante para concluir su relato, pero aquí el encadenado con el regreso no existe. La vuelta, el retorno, la devolución de los seres que conducen el coche que se aleja hacia el infinito por una inequívoca y tórrida carretera sabemos que no va a producirse. Esa escapada no era un ejercicio maquinado por Houdini; ni éste, el genial artista del escapismo, era el padre del niño que cuenta la historia. Muere Houdini, pero la voz que clausura este magistral relato, nos demuestra que al menos sí le dio tiempo a enseñarle a Harry a escaparse, a aparecerse, a permanecer, a ser Kamchatka.

Celso Hoyo Arce

(*****) Recomendada para todos aquellos que tienen en su isla del tesoro películas como El Sur, de Erice; Mi vida como un perro, de Hallstrom; Viento en las velas, de Mackendrick; o Leolo, de Lauzon.

La última peli: Kamchatka

KAMCHATKA


cartel
Ampliar cartel
Dirección: Marcelo Piñeyro.
País:
Argentina.
Año: 2002.
Duración: 105 min.
Interpretación: Ricardo Darín (Papá), Cecilia Roth (Mamá), Héctor Alterio (Abuelo), Fernanda Mistral (Abuela), Tomás Fonzi (Lucas), Mónica Scapparone (Mamá Bertuccio), Matías Del Pozo (Harry), Milton De La Canal (El enano), Nicolás Cantafio (Bertuccio), Leticia Brédice (Maestra), Juan Carrasco (Cura).
Guión: Marcelo Piñeyro y Marcelo Figueras.
Producción: Francisco Ramos, Pablo Bossi y Óscar Kramer
Música: Bingen Mendizábal.
Fotografía:
Alfredo Mayo.
Montaje: Juan Carlos Macías.
Dirección artística: Jorge Ferrari y Juan Mario Roust
Vestuario: Ana Markarián.
Estreno en España: 29 Noviembre 2002.

SINOPSIS

Harry es un niño como cualquier otro. Tiene 10 años, va a la escuela, le gustan los juegos de mesa y mirar la televisión. Su padre es abogado, su madre trabaja en la universidad y su hermano menor, el Enano, es socio obligado de sus tropelías. Lo que no es normal es el mundo en que vive. En 1976, la Argentina ha caído en manos de una dictadura militar. Miles de ciudadanos son perseguidos y secuestrados. En la mayoría de los casos, el único crimen del que podría acusárseles es el de oponerse vocalmente a un régimen semejante. Ese es el caso de los padres de Harry, sabiéndose buscados, deciden esconderse. Sacan a los niños de la escuela, abandonan su casa y se ocultan en una finca de las afueras de la ciudad. Imaginan que el tiempo hará su parte, suavizando la situación. Harry y el Enano no están muy felices con su nueva circunstancia. Les duele haber sido apartados de sus amigos, de sus escuelas, de sus juguetes, de su vida cotidiana. Poco a poco comenzarán a apreciar las ventajas de su peculiar situación. El tiempo libre para explorar los confines de la finca. La oportunidad de conocer gente excitante y misteriosa, como Lucas, el adolescente a quien sus padres dan temporalmente asilo -Lucas también está en fuga-, y de quien recelarán primero para después convertirlo en su mejor aliado. Y la necesidad de adoptar nuevas personalidades, como los héroes de sus historietas favoritas; Harry, que no se llama Harry, elige ese nombre en homenaje a su ídolo, Houdini, el Rey de los Escapistas. Pero el tiempo no obrará a favor. La persecución llegará hasta ellos, mordiendo sus talones. Acorralados, sus padres decidirán dejarlos con los abuelos para apartarlos de la línea de fuego. Y a la hora de despedirse, antes de subirse al destartalado automóvil en que emprenderán la fuga final, papá y mamá dejarán en manos de Harry su juego de mesa favorito, el T.E.G., sabiendo al hacerlo que le dejan mucho más que un pasatiempo. Entre las reglas del T.E.G. hay escondido un secreto que sólo Harry sabrá, y que le ayudará a resistir hasta que finalmente salga el sol sobre ese país de invierno.


HOUDINI NO VOLVIO

La memoria es un truco de magia fallido, tramposo, hiriente; una foto desenfocada, errada y errante, que no encuadra la nitidez del momento reclamado; la funesta conciliación de una nana cantada a los pies de una tumba; una carretera lejana por la que circulan inalcanzables imágenes en fuga encarriladas al precipicio de un río sin retorno. Del adiós definitivo, de la despedida intuidamente final, de las premoniciones sin respuesta, de los días de vino y rosa precipitados en endrino sinsabor, de epitafios íntimos irresolubles reverberados en perennes cicatrices, de todo esto, y de, a pesar de todo, la vida empeñada en combatir, en resistirse a sus propias miserias nos habla Marcelo Piñeyro en esta grandísima película que es la presente producción argentina titulada Kamchatka.

Nada es lo que parece, cuando todo lo que parece pueden ser muchas cosas, todas esas que puede alcanzar a comprender un niño al que de la forma más abrupta posible el universo de su cotidianeidad le es arrebatado de forma fulminante. Nos hallamos en los inciertos días que siguieron al golpe de estado argentino de 1976, y un joven matrimonio bonaerense corre a esconderse a un socorrido chalet situado en la periferia de la capital para evitar las macabras consecuencias de las nefastas detenciones decretadas por los militares recién instalados en el poder. Sobre todos los esfuerzos, sobre todas las argucias que los dos adultos van a emplear para sobrevivir e intentar permanecer unidos sin que los pequeños sean conscientes de los peligros que intuyen que los van a acechar se nutren los nobles vericuetos narrativos de este inolvidable ejercicio cinematográfico, que, al estar construido sobre el atrevido andamiaje que le reporta la elección del escrupuloso, frágil, y comprometido punto de vista del hijo mayor de la perseguida pareja, deviene en un asombrado testimonio piadosamente esclarecedor, en un maduro alumbramiento confesional que el protagonista se arranca de sus entrañas para ofrecérnoslo con emotiva austeridad, desde la contención, como si estuviera componiendo un himno triste que tuviera la vocación de un susurro vertido, requerido, escuchado con la intensidad de un aliento último.

Toda la película se alimenta del relato que el protagonista nos va haciendo de todos los hechos que acaecieron en aquellos días imborrables, de todos los sucesos que él pudo contemplar. La narración avanza según van surgiendo interrogantes, temores, misterios, que él, dada su edad, o bien no puede esclarecer algunas veces, o se niega a admitir otras. Piñeyro muestra un exquisito y bien calculado interés en no cruzar el límite que marca la experiencia cognitiva del niño, no vemos cosa alguna de la que el no sea testigo o inductor (la escapada del colegio), de ahí que el perfil que se va dibujando de los padres sea tan aparentemente esquemático, tan virtuoso y ejemplar. No hay más (ni menos) hondura en la visión de éstos, pues la voz que nos introduce en la historia no tiene interés en ello. Su esfuerzo se concentra en recordar todo lo que ambos hicieron, inventaron, y decidieron por su salvaguarda; en mostrárnoslos como admirables fuerzas motrices que reaccionaron con urgencia ante la nueva realidad que se disponía a romperlos, desintegrarlos, aniquilarlos: la película arranca precisamente con la madre sacándole del colegio, y continúa con el padre preparándolo a él y a su hermano para un eventual zafarrancho de combate. Nos los entrega, en definitiva, de la única manera posible que la breve historia de su vida juntos le ha podido componer: Kamchatka destila el silencio hondo, la luz profunda y rabiosa de un diario escondido, pudoroso, cruel, que es leído como un tributo, como un acto de justicia que permite entablar el postergado dialogo de un hombre con sus seres arrebatados.

Este largo y comedido viraje hacia el dolor, pese a lo que a primera vista pudiera parecer, no se queda en una mera y evocativa exposición autobiográfica. El director, aprovechando al máximo el fascinante e insólito guión, enriquece, eleva, cuestiona y fustiga la ingenua e insuficiente mirada de su protagonista. Una puesta en escena reveladora, desestabilizante, milimétricamente cohesionada ahonda, radicaliza y enturbia la limpia observación del niño dejando entrever los destellos lacerantes del auténtico drama que se está viviendo, de tal forma que los espacios, los objetos, las acciones que nutren el ominoso relato dan paso a un universo simbólico inquietador y horrorizante. El espectador, situado en la tribuna de la experiencia, conocedor de todos los macabros acontecimientos históricos que la película describe en sus albores, padece, sufre, es conmocionadamente interpelado, pues él sí sabe leer las entrelíneas escabrosas y vergonzantes de este triste episodio, sí puede rascar en la delicada seda del recuerdo infantil evidenciando las espinas, las sombras y las vilezas que la exigua capacidad de Harry no sabe desenmascarar.

Y así adquieren su nefasto sentido detalles tales como el abracadabra oculto en el juego de los dos niños, premonitoriamente colocado justo antes de que se produzca la apresurada e incomprendida salida del colegio. Remiten a la tortura los planos de la mano ensangrentada del padre, el de la paloma atrapada en la alambrada, la luz de la linterna impactando en el rostro del niño, los espasmos del sapo ahogado. Se masca el horror de la violenta represión, pese a que solamente aparezcan los militares ejecutando detenciones una sola vez, al principio, pero lo sentimos igualmente en la oscuridad que sorprende a Harry en el piso de Bertucho, en los vómitos de aquel por causa del retraso de los padres y en la desconfianza que le merece el hombre que lee el periódico frente a él dentro del tren, en los ensayos interrogadores a los que son sometidos los niños, y en los cristales rotos que crujen tras las pisadas de los miembros de la familia al volver a casa después de la primera huida. Todo está sancionado de transformarse en un reverso más oscuro y humillante, pues allí donde Harry sólo puede direccionar el trémulo e ignorante recurso de sus ojos menudos, nosotros vamos obteniendo la implacable y grumosa radiografía de un espanto: la turbia escena del truco de las manos atadas que Lucas le quiere enseñar a Harry es el paradigma del argumento aquí expuesto; ésta expele la misma angustia de una solitaria ejecución; el inofensivo juego infantil se torna en dañoso pasatiempo, cuando la cuerda utilizada para la escapista lección adquiere de repente el frío tacto de las esposas aplicadas sin compasión en las muñecas de un prisionero.

Piñeyro muestra el mismo pudor, la misma coherencia en los momentos donde brota la alegría y la emoción, y que patentizan el triunfo del dispositivo ocultatorio que los mayores han puesto en marcha. La felicidad de los dos niños no es escatimada y proporciona instantes tan estimulantes como la fiesta en la que todas acabando bailando al son de Carlos Mejía Godoy. El hermano pequeño funciona siempre como un descacharrante elemento cómico de primer grado (su borrachera, su fascinación por El Santo). Estallan de ironía las dos apariciones televisivas de la serie de LOS INVASORES: la primera se hace coincidir con la toma de poder por parte de los militares, y la segunda muestra con toda exactitud una detención. Y se enlazan con la tibieza de una lengua de espuma escuetos y profundos apuntes melodramáticos tan auténticos como la mano del abuelo superpuesta a la de su hijo (sabe que seguramente también será la última vez que lo vea), la escritura de su nombre en el libro de Houidini por parte de Harry, el llanto de la madre descubierto desde la ventana del jardín, la nocturna (no)despedida de Lucas, los planos del padre enjaulado en una cabina telefónica.

El cineasta español Víctor Erice se sacaba de la manga en El Sur uno de los encadenados más hermosos que el cine contemporáneo ha podido disfrutar: una cámara fija situada en el medio de una estrecha carretera recoge la salida en bici de una niña dispuesta a dar un paseo en bicicleta. La niña se aleja lentamente y un fundido en negro nos transmite limpiamente, sin más recursos, un apreciable salto temporal que queda clarificado cuando advertimos que la persona que regresa montada en la bicicleta anteriormente despedida es una adolescente para nosotros desconocida, pero que identificamos con rapidez como la niña protagonista de toda la primera parte de la película, sólo que mucho más mayor. Piñeyro utiliza un plano muy semejante para concluir su relato, pero aquí el encadenado con el regreso no existe. La vuelta, el retorno, la devolución de los seres que conducen el coche que se aleja hacia el infinito por una inequívoca y tórrida carretera sabemos que no va a producirse. Esa escapada no era un ejercicio maquinado por Houdini; ni éste, el genial artista del escapismo, era el padre del niño que cuenta la historia. Muere Houdini, pero la voz que clausura este magistral relato, nos demuestra que al menos sí le dio tiempo a enseñarle a Harry a escaparse, a aparecerse, a permanecer, a ser Kamchatka.

Celso Hoyo Arce

(*****) Recomendada para todos aquellos que tienen en su isla del tesoro películas como El Sur, de Erice; Mi vida como un perro, de Hallstrom; Viento en las velas, de Mackendrick; o Leolo, de Lauzon.

La última peli: Kamchatka

KAMCHATKA


cartel
Ampliar cartel
Dirección: Marcelo Piñeyro.
País:
Argentina.
Año: 2002.
Duración: 105 min.
Interpretación: Ricardo Darín (Papá), Cecilia Roth (Mamá), Héctor Alterio (Abuelo), Fernanda Mistral (Abuela), Tomás Fonzi (Lucas), Mónica Scapparone (Mamá Bertuccio), Matías Del Pozo (Harry), Milton De La Canal (El enano), Nicolás Cantafio (Bertuccio), Leticia Brédice (Maestra), Juan Carrasco (Cura).
Guión: Marcelo Piñeyro y Marcelo Figueras.
Producción: Francisco Ramos, Pablo Bossi y Óscar Kramer
Música: Bingen Mendizábal.
Fotografía:
Alfredo Mayo.
Montaje: Juan Carlos Macías.
Dirección artística: Jorge Ferrari y Juan Mario Roust
Vestuario: Ana Markarián.
Estreno en España: 29 Noviembre 2002.

SINOPSIS

Harry es un niño como cualquier otro. Tiene 10 años, va a la escuela, le gustan los juegos de mesa y mirar la televisión. Su padre es abogado, su madre trabaja en la universidad y su hermano menor, el Enano, es socio obligado de sus tropelías. Lo que no es normal es el mundo en que vive. En 1976, la Argentina ha caído en manos de una dictadura militar. Miles de ciudadanos son perseguidos y secuestrados. En la mayoría de los casos, el único crimen del que podría acusárseles es el de oponerse vocalmente a un régimen semejante. Ese es el caso de los padres de Harry, sabiéndose buscados, deciden esconderse. Sacan a los niños de la escuela, abandonan su casa y se ocultan en una finca de las afueras de la ciudad. Imaginan que el tiempo hará su parte, suavizando la situación. Harry y el Enano no están muy felices con su nueva circunstancia. Les duele haber sido apartados de sus amigos, de sus escuelas, de sus juguetes, de su vida cotidiana. Poco a poco comenzarán a apreciar las ventajas de su peculiar situación. El tiempo libre para explorar los confines de la finca. La oportunidad de conocer gente excitante y misteriosa, como Lucas, el adolescente a quien sus padres dan temporalmente asilo -Lucas también está en fuga-, y de quien recelarán primero para después convertirlo en su mejor aliado. Y la necesidad de adoptar nuevas personalidades, como los héroes de sus historietas favoritas; Harry, que no se llama Harry, elige ese nombre en homenaje a su ídolo, Houdini, el Rey de los Escapistas. Pero el tiempo no obrará a favor. La persecución llegará hasta ellos, mordiendo sus talones. Acorralados, sus padres decidirán dejarlos con los abuelos para apartarlos de la línea de fuego. Y a la hora de despedirse, antes de subirse al destartalado automóvil en que emprenderán la fuga final, papá y mamá dejarán en manos de Harry su juego de mesa favorito, el T.E.G., sabiendo al hacerlo que le dejan mucho más que un pasatiempo. Entre las reglas del T.E.G. hay escondido un secreto que sólo Harry sabrá, y que le ayudará a resistir hasta que finalmente salga el sol sobre ese país de invierno.


HOUDINI NO VOLVIO

La memoria es un truco de magia fallido, tramposo, hiriente; una foto desenfocada, errada y errante, que no encuadra la nitidez del momento reclamado; la funesta conciliación de una nana cantada a los pies de una tumba; una carretera lejana por la que circulan inalcanzables imágenes en fuga encarriladas al precipicio de un río sin retorno. Del adiós definitivo, de la despedida intuidamente final, de las premoniciones sin respuesta, de los días de vino y rosa precipitados en endrino sinsabor, de epitafios íntimos irresolubles reverberados en perennes cicatrices, de todo esto, y de, a pesar de todo, la vida empeñada en combatir, en resistirse a sus propias miserias nos habla Marcelo Piñeyro en esta grandísima película que es la presente producción argentina titulada Kamchatka.

Nada es lo que parece, cuando todo lo que parece pueden ser muchas cosas, todas esas que puede alcanzar a comprender un niño al que de la forma más abrupta posible el universo de su cotidianeidad le es arrebatado de forma fulminante. Nos hallamos en los inciertos días que siguieron al golpe de estado argentino de 1976, y un joven matrimonio bonaerense corre a esconderse a un socorrido chalet situado en la periferia de la capital para evitar las macabras consecuencias de las nefastas detenciones decretadas por los militares recién instalados en el poder. Sobre todos los esfuerzos, sobre todas las argucias que los dos adultos van a emplear para sobrevivir e intentar permanecer unidos sin que los pequeños sean conscientes de los peligros que intuyen que los van a acechar se nutren los nobles vericuetos narrativos de este inolvidable ejercicio cinematográfico, que, al estar construido sobre el atrevido andamiaje que le reporta la elección del escrupuloso, frágil, y comprometido punto de vista del hijo mayor de la perseguida pareja, deviene en un asombrado testimonio piadosamente esclarecedor, en un maduro alumbramiento confesional que el protagonista se arranca de sus entrañas para ofrecérnoslo con emotiva austeridad, desde la contención, como si estuviera componiendo un himno triste que tuviera la vocación de un susurro vertido, requerido, escuchado con la intensidad de un aliento último.

Toda la película se alimenta del relato que el protagonista nos va haciendo de todos los hechos que acaecieron en aquellos días imborrables, de todos los sucesos que él pudo contemplar. La narración avanza según van surgiendo interrogantes, temores, misterios, que él, dada su edad, o bien no puede esclarecer algunas veces, o se niega a admitir otras. Piñeyro muestra un exquisito y bien calculado interés en no cruzar el límite que marca la experiencia cognitiva del niño, no vemos cosa alguna de la que el no sea testigo o inductor (la escapada del colegio), de ahí que el perfil que se va dibujando de los padres sea tan aparentemente esquemático, tan virtuoso y ejemplar. No hay más (ni menos) hondura en la visión de éstos, pues la voz que nos introduce en la historia no tiene interés en ello. Su esfuerzo se concentra en recordar todo lo que ambos hicieron, inventaron, y decidieron por su salvaguarda; en mostrárnoslos como admirables fuerzas motrices que reaccionaron con urgencia ante la nueva realidad que se disponía a romperlos, desintegrarlos, aniquilarlos: la película arranca precisamente con la madre sacándole del colegio, y continúa con el padre preparándolo a él y a su hermano para un eventual zafarrancho de combate. Nos los entrega, en definitiva, de la única manera posible que la breve historia de su vida juntos le ha podido componer: Kamchatka destila el silencio hondo, la luz profunda y rabiosa de un diario escondido, pudoroso, cruel, que es leído como un tributo, como un acto de justicia que permite entablar el postergado dialogo de un hombre con sus seres arrebatados.

Este largo y comedido viraje hacia el dolor, pese a lo que a primera vista pudiera parecer, no se queda en una mera y evocativa exposición autobiográfica. El director, aprovechando al máximo el fascinante e insólito guión, enriquece, eleva, cuestiona y fustiga la ingenua e insuficiente mirada de su protagonista. Una puesta en escena reveladora, desestabilizante, milimétricamente cohesionada ahonda, radicaliza y enturbia la limpia observación del niño dejando entrever los destellos lacerantes del auténtico drama que se está viviendo, de tal forma que los espacios, los objetos, las acciones que nutren el ominoso relato dan paso a un universo simbólico inquietador y horrorizante. El espectador, situado en la tribuna de la experiencia, conocedor de todos los macabros acontecimientos históricos que la película describe en sus albores, padece, sufre, es conmocionadamente interpelado, pues él sí sabe leer las entrelíneas escabrosas y vergonzantes de este triste episodio, sí puede rascar en la delicada seda del recuerdo infantil evidenciando las espinas, las sombras y las vilezas que la exigua capacidad de Harry no sabe desenmascarar.

Y así adquieren su nefasto sentido detalles tales como el abracadabra oculto en el juego de los dos niños, premonitoriamente colocado justo antes de que se produzca la apresurada e incomprendida salida del colegio. Remiten a la tortura los planos de la mano ensangrentada del padre, el de la paloma atrapada en la alambrada, la luz de la linterna impactando en el rostro del niño, los espasmos del sapo ahogado. Se masca el horror de la violenta represión, pese a que solamente aparezcan los militares ejecutando detenciones una sola vez, al principio, pero lo sentimos igualmente en la oscuridad que sorprende a Harry en el piso de Bertucho, en los vómitos de aquel por causa del retraso de los padres y en la desconfianza que le merece el hombre que lee el periódico frente a él dentro del tren, en los ensayos interrogadores a los que son sometidos los niños, y en los cristales rotos que crujen tras las pisadas de los miembros de la familia al volver a casa después de la primera huida. Todo está sancionado de transformarse en un reverso más oscuro y humillante, pues allí donde Harry sólo puede direccionar el trémulo e ignorante recurso de sus ojos menudos, nosotros vamos obteniendo la implacable y grumosa radiografía de un espanto: la turbia escena del truco de las manos atadas que Lucas le quiere enseñar a Harry es el paradigma del argumento aquí expuesto; ésta expele la misma angustia de una solitaria ejecución; el inofensivo juego infantil se torna en dañoso pasatiempo, cuando la cuerda utilizada para la escapista lección adquiere de repente el frío tacto de las esposas aplicadas sin compasión en las muñecas de un prisionero.

Piñeyro muestra el mismo pudor, la misma coherencia en los momentos donde brota la alegría y la emoción, y que patentizan el triunfo del dispositivo ocultatorio que los mayores han puesto en marcha. La felicidad de los dos niños no es escatimada y proporciona instantes tan estimulantes como la fiesta en la que todas acabando bailando al son de Carlos Mejía Godoy. El hermano pequeño funciona siempre como un descacharrante elemento cómico de primer grado (su borrachera, su fascinación por El Santo). Estallan de ironía las dos apariciones televisivas de la serie de LOS INVASORES: la primera se hace coincidir con la toma de poder por parte de los militares, y la segunda muestra con toda exactitud una detención. Y se enlazan con la tibieza de una lengua de espuma escuetos y profundos apuntes melodramáticos tan auténticos como la mano del abuelo superpuesta a la de su hijo (sabe que seguramente también será la última vez que lo vea), la escritura de su nombre en el libro de Houidini por parte de Harry, el llanto de la madre descubierto desde la ventana del jardín, la nocturna (no)despedida de Lucas, los planos del padre enjaulado en una cabina telefónica.

El cineasta español Víctor Erice se sacaba de la manga en El Sur uno de los encadenados más hermosos que el cine contemporáneo ha podido disfrutar: una cámara fija situada en el medio de una estrecha carretera recoge la salida en bici de una niña dispuesta a dar un paseo en bicicleta. La niña se aleja lentamente y un fundido en negro nos transmite limpiamente, sin más recursos, un apreciable salto temporal que queda clarificado cuando advertimos que la persona que regresa montada en la bicicleta anteriormente despedida es una adolescente para nosotros desconocida, pero que identificamos con rapidez como la niña protagonista de toda la primera parte de la película, sólo que mucho más mayor. Piñeyro utiliza un plano muy semejante para concluir su relato, pero aquí el encadenado con el regreso no existe. La vuelta, el retorno, la devolución de los seres que conducen el coche que se aleja hacia el infinito por una inequívoca y tórrida carretera sabemos que no va a producirse. Esa escapada no era un ejercicio maquinado por Houdini; ni éste, el genial artista del escapismo, era el padre del niño que cuenta la historia. Muere Houdini, pero la voz que clausura este magistral relato, nos demuestra que al menos sí le dio tiempo a enseñarle a Harry a escaparse, a aparecerse, a permanecer, a ser Kamchatka.

Celso Hoyo Arce

(*****) Recomendada para todos aquellos que tienen en su isla del tesoro películas como El Sur, de Erice; Mi vida como un perro, de Hallstrom; Viento en las velas, de Mackendrick; o Leolo, de Lauzon.

19 febrero 2006

Chiste

La profesora interviene en una discusión entre 2 alumnos:
-Pepito, ¿Cual es el problema?
-Es que soy demasiado inteligente para estar en el primer grado. Mi hermana esta en tercero y yo soy tan inteligente como ella. ¡Yo quiero ir a tercero tambien!
La profesora ve que no puede resolver el problema y lo manda a dirección.
Mientras Pepito esperaba en la antesala, la profesora explica la situación al director. Este promete hacerle un test al muchacho, puesto que seguro que no conseguira responder a todas las preguntas y debera permanecer en primer grado.
El Director hace pasar a Pepito e inicia las preguntas:
-A ver Pepito¿Cuanto es 3 por 3?
-9.
-¿Y cuanto es 6 por 6?
-36
El Director continua con la bateria de preguntas que solo un excelente alumno de 3º debe conocer y Pepito no comete ningún error. Ante la evidente inteligencia del menor, el Director confirma a la profesora que debera pasar de curso.
Esta, no muy segura, pregunta si puede realizar algunas preguntas. El Director y Pepito asienten, por lo que la profesora empieza:
-A ver Pepito,¿Que tiene la vaca 4 veces y yo solo 2?
-Las piernas, responde Pepito sin dudar.
-¿Que tienes en tus pantalones, que no hay en los mios?pregunta la mujer.
El Director se ajusta las gafas, a punto de interrumpir.
-Los bolsillos, responde el niño.
-¿Que entra al centro de las mujeres y solo detras en los hombres?
El Director hace una mueca de asombro
-La letra E, responde el alumno.
-¿Y donde las mujeres tiene el pelo mas encaracolado?continua la maestra.
Estupefacto, el Director contiene la respiración.
-En Africa, declara Pepito.
-¿Que es blando, y en las manos de una mujer se torna duro?
Al Director se le cruzan los ojos.
-El esmalte de uñas, contesta el niño.
-¿Que tienen las mujeres en medio de las piernas?
El Director no se lo podia creer.
-Las rodillas, responde Pepito al instante.
-¿Que palabra empieza con la letra C, termina con la letra O, es arrugado y todos los tenemos detras?
El Director empieza a sudar.
-El codo.
-Bien. Y que es lo que empieza con la letra C, tiene un agujerito y yo se lo he dado a varias personas para que lo disfrutaran?
El Director se tapa la cara, a punto de explotar.
-Un CD, profesora.
El Director ya mareado por la tensión, les interrumpe y le dice a la profesora:
-Mire, ponga al hijoputa este en 6º.Yo me voy a 1º, que acabo de fallar todas las respuestas!

Una de cervezas

Clase práctica de Marketing:
En Ámsterdam se realiza la convención mundial de productores de cerveza, a la que asisten los presidentes de las más prestigiosas compañías cerveceras del mundo. Concluida la convención, todos los presidentes se reúnen a festejar el éxito del evento, para lo cual se encuentran en la cafetería del Hotel donde ha tenido lugar la celebración. Una vez allí, no consiguen ponerse de acuerdo en qué pedir.
Para romper el hielo, el presidente de Budweiser llama a la camarera más cercana y le dice: - "Una Budweiser, por favor".
Llega el turno entonces del presidente de Heineken, quien dice: "Para mí, una Heineken, si fuera tan amable".
A continuación, pide el presidente de Miller: "Me gustaría tomar una Miller".
Y el de Coronita: -"Tráigame una Coronita".
Y el de Guinness: "¿Me pone una Guinness?".
Y así siguieron todos los presidentes de las compañías, pidiendo la cerveza que ellos mismos producían.
El último en pedir fue el director de ÁMBAR, quien dijo:
-"Quisiera una Coca-Cola, por favor".
Sorprendidos, los demás presidentes le preguntan el por qué de tan extraña decisión, a lo que responde:
- "¡¡Si ustedes no van a tomar cerveza, ... yo tampoco!!".

18 febrero 2006

Frases dedicadas a los hombres

ómese con sentido del humor...no es para ofenderles, caballeros.
El hombre es un animal doméstico al que, si se le sabe amaestrar con suavidad y con firmeza, se le puede enseñar a hacer casi todo. Jilly Cooper

Nuestras madres siempre nos dijeron que un día encontraríamos al hombre de nuestra vida... Claro que también nos dijeron que no te podías bañar cuando tenías la regla. Kathy Lette

Busca en otra mujer tu media naranja, en el hombre sólo encontrarás tu medio limón. Ana Cortés

Una mujer sin un hombre es como un pez sin bicicleta. Gloria Steinem

La mejor manera de conseguir que los maridos hagan algo, es sugerir que quizás ellos son demasiado viejos para hacerlo. Shirley MacLaine

Nunca me casé porque no tenía ninguna necesidad de hacerlo. Tengo tres animales domésticos que cumplen la misma función que un marido: un perro que gruñe por la mañana, un loro que suelta palabrotas toda la tarde y un gato que llega a casa muy tarde por la noche. Mary Corelli

A un hombre sólo le pido tres cosas: que sea guapo, implacable y estúpido. Dorothy Parker

Si yo tuviera una de esas cosas que cuelgan embutida en los pantalones, me pasaría el día sentada en casa mirándola, muerta de risa. Dawn French

Perdónenme si les llamo caballeros, pero es que no les conozco muy bien. Groucho Marx

Más de uno le debe su éxito a su primera esposa, y su segunda esposa a su éxito. Jim Backus

La definición de hombre es: “la parte inservible del pene”. Anónimo