07 diciembre 2004

El tamaño, en China, sí importa

Por Víctor RodríguezEl Mundo06/12/04, 00.35 horas

Tres centímetros. «Le aseguro que no es una preocupación frecuente.Llevamos años diciendo que el tamaño del pene no es un factor decisivo en la práctica sexual y eso ha calado. Los mitos del tamaño son más propios de los años 50 y 60».
Lo dice Félix López, catedrático de Psicología de la Sexualidad de la Universidad de Salamanca. No es que el humilde cronista tenga motivos para no creerle. Pero, convencido de que así es, le asalta cierta perplejidad cuando el mayor vendedor de extensores peneales del mundo le cuenta que en su consulta madrileña se ha encontrado con algún varón no del todo satisfecho con sus 25 centímetros. O que es «frecuente» la pregunta de padres con sus hijos de 12 años deseosos de que los chavales porten con dignidad no se sabe muy bien qué estandarte familiar. Y desde luego, al humilde cronista le sobrepasan cuando le informan de la fascinación que el extensor levanta en Asia.
Tras haber vendido en España 50.000 unidades de un aparato que permite que el pene crezca tres centímetros en seis meses sin cirugía y de exportarlo a 80 países, los responsables de Andromedical se frotan las manos mirando a Oriente. «En China, los pedidos desde agosto son de cientos de miles; en la India, igual, en Pakistán han pedido 200.000 unidades, en Japón llevamos 50.000...», enumera el director general, el andrólogo Eduardo Gómez de Diego, 38 años, soltero y creador del ingenio.
¿La razón? La media del pene de los coreanos en erección es de 9,6 centímetros y la del de los indios de 10,2 frente al 13,58 de los españoles o el 13,9 de los colombianos, por ejemplo. Pero no es tan sencillo concluir que los asiáticos tienen los genitales más pequeños que los caucásicos o los negros. Datos fiables revelan que la media del pene de los japoneses es de 13 centímetros, la misma que la de los chinos. Y países bien dotados en el imaginario colectivo como Brasil o Arabia Saudí puntúan con idénticos y discretos 12,4 centímetros. EEUU, 12,9; Venezuela, 12,7; Grecia, 12,18... Noticias de Francia o Alemania apuntan medias por encima de los 14 centímetros, pero son referencias no publicadas en ninguna revista de andrología. No parece, pues, que la demanda asiática tenga que ver tanto con el supuesto menor tamaño como con el exagerado poder adquisitivo de los nuevos ricos, la fascinación por valores occidentales, la preocupación estética y la penetración de la pornografía.
El Andropenis, que ya ha servido de inspiración para una película porno en Italia, funciona de la manera más sencilla. Se basa en un principio de tracción utilizado ancestralmente, el mismo que emplean las mujeres jirafa de Birmania para alargar su cuello.Ya en 1903 se vendía en EEUU un artilugio parecido. El aparato mantiene estirado el pene durante horas, de manera que, al cabo de meses, desinhibe un factor de reproducción de las células de los tejidos. Su eficacia está avalada por más de una decena de estudios y el 68% de andrólogos españoles lo utilizan con sus pacientes, ya sea como método único o como complemento a la cirugía. Hasta ahí, el lado bueno.
«Es fácil de poner o quitar. Por su discreción y comodidad se puede llevar caminando, sentado o de pie», se lee en la publicidad.El humilde cronista está en condiciones de afirmar que el Andropenis NO es fácil de poner. Sólo después de dos intentos y un cuarto de hora bregando con las 115 páginas de instrucciones en 14 idiomas fue posible calzarse el extensor, no sin ayuda y algún gritito de dolor al pellizcar el prepucio, más por torpeza que por el diseño del aparato, eso sí. Nada que objetar a lo de la comodidad.Ciertamente, en cuanto se consigue fijar, uno se olvida de que lo lleva. El humilde cronista desconoce si al cabo de nueve horas diarias durante seis meses -como aconseja el tratamiento- y quitándoselo y poniéndoselo cada vez que se orina la percepción es la misma.El aparato no se puede llevar mientras se duerme por las posibilidades de erección. En cuanto a la discreción, bueno, Andropenis resultaría discreto en el improbable caso de que su usuario soliera llevar un par de calcetines en el bolsillo. Según el director del Servicio de Andrología del Institut Conceptum de Reus (Tarragona), Javier Ruiz Romero, coordinador del estudio que fijó en 13,58 centímetros el patrón español, y que suele usar el Andropenis como complemento a la cirugía, «es uno de los tratamientos con índice de abandono más alto. El 70% de pacientes lo interrumpe».
El dato no preocupa a cientos de miles de asiáticos ansiosos de ser bombardeados ya con los anuncios de teletienda del Andropenis, fabricado en Taiwan. No se reparará en edades o clases sociales.Desde Andromedical se asegura que entre sus clientes hay lo mismo sin papeles que todo un presidente de república americana y un despistado senador español a quien le han enviado ya tres. «He hecho felices a millones de hombres», asegura ufano el doctor Gómez de Diego. «El tamaño importa. No para la satisfacción de la pareja, pero sí para la confianza en sí mismo del individuo.Eso se transmite a la relación».
Frente a su opinión, la del profesor López. Según una encuesta de la Asociación Española de Andrología, sólo el 0,43% de las consultas a andrólogos y urólogos tuvo como motivo principal el tamaño del pene en 1999. Dice el catedrático de Salamanca que lo importante es «que la gente aprenda a quererse, acariciarse y disfrutar con un centímetro más o menos». Pues eso, gente.A quererse. Aquí y en China.

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